Como en toda relación prolongada, sin duda que las negociaciones con las Farc, han sufrido un creciente desgaste manifestado en la indiferencia de diversos sectores sociales encuestados, principalmente en las grandes ciudades, donde la crudeza del conflicto sólo la hemos conocido por televisión y otros medios de comunicación, cuando llegan a tiempo.
El mecanismo recién firmado en La Habana entre negociadores del gobierno y las Farc, para “darle seguridad jurídica y blindar el acuerdo de paz” después de ser refrendado por los ciudadanos, sin duda es un paso adelante en el lento transcurrir de los encuentros, a pesar de la enconada oposición que el Centro Democrático y el Procurador Ordóñez, abanderando a la derecha radical, han desplegado por todos los medios, alegando surtida clase de excusas éticas, legales, etc., para bloquear su plena vigencia.
Sin duda que la oposición tiene derecho a expresar democrática y pacíficamente sus diferencias; pero en el caso de la actitud asumida por el uribismo, no deja de ser preocupante teniendo en cuenta sus antecedentes y los de su máximo líder, desde cuando fue gobernador de Antioquia y promovió las cooperativas ‘Convivir’ para enfrentar a la guerrilla y estas derivaron en las Autodefensas Unidas de Colombia al mando de los Castaño, Mancuso, Jorge 40 y otros, quienes con la colaboración de importantes empresarios, altos funcionarios públicos y militares desplegaron una campaña nacional para apoderarse de extensos y ricos terrenos, mediante la ejecución de cruentas masacres y campañas de terror orientadas a desplazar a miles de familias campesinas a quienes sindicaban de ser ‘auxiliadores de la guerrilla’.
La entrega del DAS a Noguera, para servírselo en bandeja a los paramilitares, durante el primer gobierno de Uribe, para que siguieran ‘chuzando’ y asesinando a líderes sindicales, campesinos, cívicos y profesores universitarios como Correa de Angelis, en Barranquilla, son antecedentes de un gobierno y de un dirigente que muy bien le aprendió a los bolcheviques de la revolución rusa y a los Nazis de 1930, la ‘combinación de todas las formas de lucha’ para llegar al poder, no sólo participando en elecciones. También organizando grupos de choque armados destinados a golpear a los opositores, primero con garrotes disolviendo marchas públicas y más tarde acudiendo a las acciones armadas y crímenes selectivos, como los cometidos en su apogeo por los paramilitares. Todo en medio de una hábil campaña de manipulación de los medios de comunicación, algunos generosamente puestos a su servicio por los dueños de los monopolios, aprendiendo de la cartilla de Goebbels, el ministro de propaganda de Hitler quien fue el primero en utilizar la televisión como medio de alinear y alienar a las ‘masas de analfabetos funcionales’ que eran la mayoría de empobrecidos alemanes de la época.
Y no deja de preocupar la oposición de la derecha al proceso de paz, porque tratan de minimizar los tratos a que generosamente llegaron con un sector de los paramilitares en El Ralito, después que Uribe se convenció que ya era imposible mantener el actuar criminal y desbocado de sus ‘buenos muchachos’ de las ‘cooperativas de seguridad’, y a la par atacan los mecanismos e instituciones creadas por el gobierno de Santos para reparar a las víctimas de la violencia con acciones como la Restitución de Tierras, la que a pesar de avanzar lentamente es duramente criticada acudiendo a los medios legales, por alfiles de la ultraderecha, como Lafaurie de los ganaderos, su esposa la Cabal de los poderosos agroindustriales vallecaucanos y el Procurador Ordoñez representando a los católicos ultramontanos del monseñor Builes, mientras en varios departamentos y el Cauca matan a dirigentes campesinos e indígenas comprometidos en el proceso y a nombre de las ‘Aguilas negras’, amenazan a funcionarios como la secretaria de Gobierno Departamental del Cauca, lo que nos da una idea, así se hagan los yo no fui, de que los opositores al proceso de paz, están acudiendo a “la combinación de todas las formas de lucha” para boicotear los acuerdos y continuar en la guerra irregular que tanto les ha servido a los grandes grupos del campo, la industria y el sector financiero, para ganar amplios territorios y multiplicar geométricamente sus ganancias en un país de los más inequitativos del mundo en la distribución de la riqueza.
Por eso la tal ‘resistencia civil’ que encarnó y legitimó Gandhi, en su lucha pacífica contra el colonialismo inglés, en labios del uribismo suena a ‘prolonguemos la guerra’.
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