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FERNANDO JOSÉ SÁNCHEZ PARDO
Está en las librerías “La reforma rural para la Paz”, de Alejandro Reyes Posada, cuya edición es de febrero de 2016. Su autor abogado y sociólogo, es investigador en temas agrarios, fue asesor de Minagricultura, entre 2010 y 2013 y acompañó al gobierno en la negociación con las Farc.
Inicia afirmando: “La reforma rural integral fue el único asunto orgánico de política pública que se negoció en el proceso de paz con las Farc”.
Tierra y violencia, viejo conflicto de países como Colombia, que aún no hemos podido cerrar y seguramente tampoco lo haremos de la mano y bajo la concepción de las Farc.
Menos aún con un acuerdo tan beneficioso para ellos en el punto de verdad -¿ confesarán asesinatos, secuestros, extorsiones?-, justicia -sin cárcel, sin sitio de reclusión- y reparación -sin entregar los recursos obtenidos a sangre y fuego y sin conocer, como será, el rápido tránsito del fusil al legislativo y ejecutivo-.
Y es que se sentirá escozor, desasosiego, rabia e impotencia, al ver deambulando por Colombia, a jefes y jefecillos, sentando catedra sobre la nación. Con reportajes en El Tiempo y Semana. En lo muy personal esperamos la entrega de alias “Calixto”, que hasta donde conocemos aún sobrevive como jefe del VI frente, para simplemente preguntarle sobre el secuestro que nos ejecutó en junio de 2001. Y de otricos que mataron, dinamitaron, robaron y extorsionaron.
No somos ajenos a que al país necesita una transformación rural, dentro de un marco de justicia agraria, con responsabilidad social, productividad y desarrollo empezando por la legalidad en la propiedad rural. Las cifras son escalofriantes de la informalidad en los títulos rurales y de un catastro atrasado y carente en el siglo XXI de las herramientas de información geográfica que hagan de los levantamientos el documento idóneo de soporte a la propiedad real, consignada en escrituras y certificados de tradición. Y un régimen de impuestos por discutir y acordar.
Donde se han apropiado de la tierra ilegalmente, expropiarla y entregarla a su dueño. Pero por otro lado, respetar la legítima propiedad privada. El Cauca no puede seguir siendo el conejillo de indias de comunidades indígenas pidiendo sin límite. ¿ Por cierto, que pasó en “Agua Tibia” ?. Se ofertó con la espada sobre el cuello o fue una libre decisión. Queda un sinsabor, otro mal antecedente y una gran preocupación para el Cauca rural y legítimo.
Tierra sin bienes públicos de vías, acueductos, riegos, escuelas, salud. Planes de vivienda, tampoco sirve. Sin asistencia en planes agropecuarios -con crédito para actualizar el agro- dentro del ordenamiento del territorio, en su uso potencial, hasta llegar a los canales de comercialización, tampoco cerrará la brecha. Y eso sin hablar de seguridad social básica: salud, pensión y riesgos laborales, para el trabajador rural.
Vale la pena leer, el libro de Reyes.
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