En los últimos años se viene poniendo de moda en Colombia la figura de la revocatoria del mandato para los alcaldes. Lo que ocurre usualmente es que quienes pierden las elecciones o quienes no se ven favorecidos con las decisiones del mandatario, inician un proceso de recolección de firmas que usualmente no termina en nada pero que le genera al alcalde un enorme desgaste y al erario público un gasto muy alto e innecesario. En suma, lo que parecen perseguir estas iniciativas es no dejar gobernar al funcionario para después poderlo derrotar en las elecciones, a sabiendas de que el proceso de revocatoria nunca termina en nada. Este es sin duda el caso de Bogotá y parece ser también en caso de Popayán.
Antes de escribir esta columna oí una entrevista que le hicieron en una cadena local al señor Herman Montoya y leí en este mismo diario una que le hicieron al señor Sneider Oñate, ambos promotores de la revocatoria. La verdad es que los argumentos son como mínimo descabellados. El señor Sneider, por ejemplo, manifestó que participó en la campaña del actual alcalde pero que inició el proceso de revocatoria por sus inconformidades cuando este llevaba apenas 3 meses de posesionado. ¿Será que uno se puede desilusionar de tal forma antes de que el alcalde cumpla siquiera 100 días de gobierno? ¿Será que este señor estaba esperando un nombramiento que nunca se le dio?
Argumentan estos señores que el alcalde no ha cumplido sus promesas de campaña ni su programa de gobierno, ¿no se supone que el plan de gobierno se cumple durante los cuatro años de mandato y no en año y medio? ¿Cómo se va a poder dedicar un alcalde a cumplir su programa de gobierno si tiene que atender un proceso de revocatoria?
Dejan entrever estos señores que el alcalde y su administración es corrupta, si así es pues que sea la Fiscalía quien los condene y la Procuraduría y Contraloría quien los destituya e investigue, es un deber ciudadano aportar las pruebas que sirvan para condenar a los corruptos, también a los entes de control deberíamos dejarlos hacer su trabajo.
Lo cierto es que los payaneses debemos ser responsables y detenernos a pensar quién gana y quién pierde con todo esto. En mi concepto la que más pierde es la ciudad; pierde con cara y pierde con sello. Si consiguen las firmas pero la revocatoria no prospera, cosa que creo va a pasar, pierde la ciudad pues el Gobierno Municipal va a haber gastado tiempo valioso defendiéndose de los revocadores y va a tener que descuidar por fuerza sus labores de gobierno. Si prospera la revocatoria, circunstancia casi utópica, nos enfrentaremos al peor de los mundos con una ciudad dividida, un alcalde interino y unas elecciones anticipadas que, allí sí, echarán al taste cualquier opción de cumplir un programa de gobierno. Esta es el segundo intento de revocatoria en los últimos tres mandatos, grave moda a la que nos enfrentamos que nos puede llevar a un círculo vicioso de revanchismo político interminable e insoportablemente inocuo.
Yo estoy lejos de ser un defensor de oficio del alcalde pero creo que debemos dejarlo gobernar. Por supuesto que es lógico sentir antipatía por un alcalde, una administración municipal debe tomar decisiones y siempre que se tome una decisión habrá unos que se sientas representados y otros que no.
A los promotores de las revocatorias los invito a que reflexionen y no expongan a la ciudad a semejante desgaste tan innecesario, puede que los estén utilizando. A los verdaderos promotores de la revocatoria los invito a que no sean cobardes y se dediquen a hacer oposición y, si es cierto que hay tanto inconformismo, derroten al alcalde y sus políticas en la contienda electoral de 2019 e inviten a la ciudadanía a que nunca jamás vuelva a votar por él o por quienes lo apoyaron.
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