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AMPARO BASTIDAS
Escribí cuatro columnas sobre la triste figura del paisaje urbano en el Sur. Ahora paso a otros vientos o componentes que lo aderezan como: los personajes, su gente, las fiestas, tradición oral, gastronomía, artesanía, monumentos religiosos, su cuenca hidrográfica, su historia socio política, cultural, es decir, su espíritu.
En los pueblos del Sur resalto con mayúsculas, la calidez de la gente: La mayoría es gente buena, atenta, alegre, amigable y de buen humor con el turista.
La gastronomía tradicional es variada y deliciosa. De los pueblos visitados de Nariño, destaco lo típico en Samaniego: El plato de choriza, no chorizo. Le dicen choriza porque los ingredientes del chorizo van sin envoltura, con cebolla guisada que sirven con yuca cocinada. El tostado de El Pedregal, es maíz variedad Capio, frito y tostado en manteca con cebolla larga, entremezclado con chicharroncitos pequeños de carne de cerdo. El cuy de Pinzón pueblo cercano a Túquerres, descuella en tamaño y sazón, asado, acompañado de crispetas, yuca, papas cocinadas y ají de maní. En casi todo Nariño se come cuy. En Guachavéz, las empanadas de queso son sabrosas. Igual el pan de leche o pan campesino de maíz, que también comimos en Sibundoy, Putumayo.
En Cauca, los afros del Patía preparan mazamorra helada; kumis patiano con cucas como galletas de dulce moreno. Sandías enormes, mangos y frutas de clima caliente pintan los andenes. En Bolívar, una campesina descalza de manos agrietadas nos vendió garbanzos frescos orgánicos, recién cosechados.
En casi todo lado las empanadas, tamales o sopas son tan variados como pueblos hay. Asimismo se popularizó el ´corrientazo´ es decir, el almuerzo colombiano con sopa, seco, jugo y a veces postre. El menú y precio escritos en un tablero o cartulina se muestran en la puerta del restaurante. A decir verdad, lo preferimos en varios lugares de nuestro viaje.
Artesanías: Los tejidos de los indígenas del Valle de Sibundoy en Putumayo son múltiples: mochilas, gorros, chumbes o cinturones tejidos por mujeres que combinan verde viche con amarillo maíz jecho, o rojo con negro tierra. Casi todos simbolizan algo, como los rombos de sus tejidos unidos entre sí, que indican que en los Cabildos indígenas, importa más el colectivo que el individuo. Elaboran además artesanías hechas con chaquiras y madera pintada.
En Pasto, destacan las artesanías de madera y el barniz de Pasto que lo sacan del arbusto Mopa mopa, que crece en las selvas del Putumayo. Barniz declarado Patrimonio de la Humanidad, igual que los carnavales de Blancos y Negros con enormes e ingeniosas carrozas artesanales. Pasto es ciudad limpia, con calles sin basuras, incluso los días siguientes al carnaval amanece impecable como barrida y brillada.
Estos departamentos gozan de muchas riquezas, de las que hablaré posteriormente. No obstante, de mis anteriores escritos recibo comentarios preocupados, que refieren la complejidad de la historia de los pueblos, de ´el no saber de arquitectura ni de urbanismo´, de la influencia de la narcocultura marcada por el gusto de traquetos, en modas arquitectónicas, modas en ropa, música, peinados, en la alteración del cuerpo de la mujer, y otros laberintos palpables en la feura de los pueblos y de algunos barrios en las ciudades, no solo del Sur, sino en casi toda Colombia.
Alejandro Nieto-Hernández en columna de Junio 18, de 2018, escribe sobre la influencia de la cultura mafiosa en los pueblos que “parece seguir presente en el país, especialmente en cierto sector poblacional…donde el traqueto es rey…” Rey sin educación, de rentas ilegales, de estructuras violentas que impone una cultura de miedo.
Entonces, vale la pena preocuparse sobre el porqué de la transformación del paisaje urbano, y de los tufos que engulle desde muchos flancos. Y al tiempo, no decaer en visitarlos para comprender su espíritu cambiante, y a la vez gozar de los vientos gratos.
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