Desde hace unos meses, los carros amarillos que llamamos taxis entraron en Popayán a la modalidad del taxímetro. Cobro electrónico que hasta la fecha no ha logrado estabilizarse. Un caballero, conociendo que en mi columna trato de manifestar las inconformidades de los ciudadanos que habitan Popayán o de sus visitantes, me cuenta la queja, que está relacionada con la falta de criterio o la deficiencia de información y capacitación por parte de la oficina de Tránsito del municipio.
Los taxistas difieren entre ellos acerca de si los beneficia o perjudica el uso del taxímetro en una ciudad cuya tarifa mínima disminuye al ser utilizada esta medida. Una carrera en el centro de la ciudad costaba cuatro mil pesos. Ahora, con el taxímetro, cuesta tres mil seiscientos; mientras que los habitantes de los barrios alejados, que pagaban comúnmente cinco mil pesos, con esta medida pagan hoy entre ocho y diez mil pesos, lo cual ha llevado a que mucho taxista no utilice este instrumento sino que siga cobrando lo acostumbrado.
De esta manera, voluntaria o involuntariamente el usuario se ve afectado y no sabe si está siendo víctima y estafado o si sencillamente los conductores no han aprendido todavía a manejar el taxímetro, dejando en los visitantes y nativos un sinsabor que ha afectado este mercado. También así, como el usuario me manifestó su queja, los conductores de los taxis en su mayoría expresan inconformidad.
Para evitar abusos al ciudadano común y para no afectar al gremio conductor, sería necesaria una serie de capacitaciones tanto para los conductores como para los habitantes de la ciudad, haciendo uso de los medios de comunicación para socializar este tipo de cambios. Y por qué no, de ‘ñapa’, enseñarles no sólo a los conductores de taxis sino a los de motos y busetas la famosa “Urbanidad de Carreño” a fin de que, algún día no muy lejano, en Popayán se respeten las ‘cebras’, se considere al peatón y a los dueños de las busetas, y hacerles entender, de una vez por todas, que la calle es de todos y que por tal motivo no pueden atropellar al transeúnte, como atropellan la normatividad ante el ojo indiferente de las autoridades.
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