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    Posesión y posiciones

    RODRIGO SOLARTE

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    Se inició un nuevo período presidencial en Colombia-2018 a 2022. La unidad en la diversidad de quienes la conformamos, está sintetizada en la Constitución plural y democrático participativa de 1991 y los acuerdos consecuentes que continúen concertándose sin imposiciones.

    La concentración de los bienes materiales en sus diferentes expresiones económicas, educativas con las creaciones científico tecnológicas, llevó a la polarización de intereses, manifiestos en las posiciones políticas y movimientos sociales de los diferentes estratos o clases sociales, habitantes del campo, cabeceras municipales y ciudades.

    Uno de los motivos de la crónica abstención electoral ha sido el no sentirse representados en los procesos y propuestas de quienes buscan o aspiran el poder con todas sus expresiones, para ejecutar, legislar y aplicar justicia.

    La oposición en las democracias representa uno de los polos que los procesos de diferenciación van conformando.

    La especial oposición del expresidente Álvaro Uribe Vélez y sus seguidores, al gobierno de Juan Manuel Santos, por la decisión táctica para lograr la dejación de la lucha armada por las Farc-EP, sin comprometer el modelo Neoliberal, cae más en el campo de los análisis de salud mental, que de otras disciplinas del conocimiento humano, incluyendo la economía.

    En la ceremonia del 7 de agosto para posesionar al nuevo presidente de la República de Colombia, Iván Duque, por el Congreso en pleno, presidido por su partido, el Centro democrático; presencia directa y virtual de las comunidades colombianas, ministros, algunos expresidentes con sus esposas e hijos , presidentes latinoamericanos, delegados de otros países, industriales, gobernadores, alcaldes, grupos artísticos e invitados especiales, etc, se apreció en gran medida, la interpretación que de los procesos en defensa de la Vida, la Paz, la justicia y la participación real en la toma de decisiones, central y por regiones, hará el nuevo gobierno, luego de jurar ante Dios y la Constitución del 91, el cumplimiento de sus deberes, y la manera cómo conciben los derechos en esta, todavía, restringida democracia.

    A todas las ciudadanas y ciudadanos de las diferentes regiones, nos rige la misma Constitución, Acuerdos y esperanzas reales, de los cambios progresivos que para el bienestar de las mayorías postergadas, víctimas y su descendencia, requerimos, sin dejar de considerar los justos derechos y deberes de los demás compatriotas de los campos y ciudades.

    La Colombia humana, más que consigna política, deberá sembrarse desde las familias, en el espíritu de cada niña, niño, adolescente, joven, adultos y mayores de todas las etnias, culturas, estratos y religiones.

     Solamente defendiendo la vida en paz, nos iremos posesionando de tan justa aspiración, utópica y populista para los pragmáticos que calculan, más el costo económico que la inversión cultural y social que lleva implícita el cultivo del SER, menospreciado por la educación para el tener y poder, estructural diferencia que amerita, más estudio y plurales reflexiones.