Pensé mucho para abordar este tema, por la sensibilidad que encierra, más en Popayán cuando uno expresa una opinión, donde se vincula a una persona, a un funcionario, a una entidad o a una empresa, con argumentos y con el debido respeto, no viene el contraargumento por parte de quien se siente afectado, lo cual será siempre bienvenido, en razón a que éste enriquecería la discusión y elevaría conceptual y espiritualmente a las partes y a la sociedad en su conjunto, por ser ella depositaria de todos los compartimientos humanos y de su réplica. La reacción primaria, casi irracional, es la enemistad declarada, la descalificación, el insulto y hasta la agresión, no de otra manera puede entenderse porque hemos venido perdiendo capacidad argumentativa, tolerancia, convivencia y construcción colectiva.
A pesar de esta realidad decidí hacerlo, presionado por los hechos que se presentan a diario y que son de público conocimiento, se trata del tránsito suicida de motociclistas en la ciudad, el que adquiere cada día mayores niveles de preocupación por el aumento de motos, así como por la afectación a la movilidad, la salud pública y la seguridad ciudadana. Ante esta situación, sentimos ausencia de las autoridades municipales para buscar soluciones de fondo, generando exasperación, frustración e impotencia entre los ciudadanos.
Por fortuna, en otras regiones del país, se vienen haciendo ingentes esfuerzos en esta dirección, ya que esta problemática está presente en todo el territorio nacional, cuestión develada, hace algunos meses, por diferentes medios de comunicación, en los que se daba cuenta de los problemas asociados a la proliferación de este tipo de vehículos y a la imprudencia de los motociclistas. Las estadísticas sobre accidentes de motociclistas y los que provocan son inmensos, muchos terminan en muertes o en lesiones de por vida, bien de ellos mismos o de transeúntes, sin contar con el uso de este vehículo para la comisión de delitos como el crimen, en la modalidad de sicariato, robo y fleteo.
En el VII Seminario Internacional de Seguridad Vial, realizado la semana pasada en Bogotá, en el que participaron expertos del Banco Mundial -BM- y el Banco Interamericano de Desarrollo -BID-, se estableció que cada 85 minutos muere un colombiano por accidente de tránsito, entre éstos muchos motociclistas o provocados por ellos. Cifra respaldada por Medicina Legal al indicar que esta es la segunda causa de homicidio a nivel nacional.
Según un experto en Transporte del BM, más que sancionar, hace falta que los conductores y motociclistas se eduquen sobre la importancia de tener conductas seguras como usar el cinturón o casco de seguridad, no conducir borracho, respetar las normas de tránsito, conducir con prudencia y darle prelación al peatón. El hacer caso omiso a estas elementales recomendaciones es estúpido, así como no adelantar programas de intervención por parte de las autoridades es insensato. Cuestión que tiende a complejizarse debido a hechos que se vienen presentando en el país, veamos:
Ante tan dramática situación, Secretarías de Tránsito como la de Cali, vienen trabajando, en frentes, tales como: La instalación de cámaras fotomultas, las cuales han permitido, en donde están ubicadas, rebajar las colisiones en un 46 %; el desarrollo de sendas campañas educativas dirigidas al motociclista para que evite el ‘zigzagueo’ y para que conduzca por el carril derecho, a través de vistosos avisos, señalización de franjas en las vías para que transiten y cuñas radiales, lo cual ha morigerado en parte la aguda problemática que viven en este sentido. Cuestión que no sucede en Popayán ya que asistimos a una total orfandad por parte de la administración municipal, cuestión fácil de deducir ya que en vez de reducirse el problema éste aumenta en crescendo, con imprescindibles consecuencias para la ciudad y sus gentes. ¿Habrá tiempo para reaccionar o…?
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