QUEIPO F. TIMANÁ V.
Inicio este artículo con un relato sobre la oferta y la demanda de los maestros en el Cauca en 1964, cuando se graduaba una corte de maestros rurales en la escuela normal Marco Fidel Suárez de Bolívar-Cauca, en el mes de diciembre el rector enviaba a la Secretaría de Educación del departamento la lista de los maestros graduados y en el mes de enero del siguiente año salía publicado en el periódico EL LIBERAL un decreto de nombramiento de todos los recién graduados en diferentes municipios del departamento.
Cuando se realizaban los grados de licenciatura en la Universidad Pedagógica y tecnológica de Colombia en la sede de Tunja-Boyacá en 1970, desde los meses de noviembre y diciembre llegaban a la decanatura de la facultad de educación las solicitudes de licenciados a nivel nacional, las cuales se publicaban en las carteleras, por lo que el recién graduado tenía la opción de seleccionar entre dos o tres lugares del país.
Esta breve descripción puede servirnos para explicar que la oferta era escasa y la demanda era mucha, en el caso de las facultades de educación para esos tiempos solo existían tres facultades en el país, en Bogotá, Tunja y Medellín y ofrecían maestrías en educación únicamente la Universidad Pedagógica de Bogotá y la Universidad de Antioquia.
Con la expedición del estatuto docente 2277 de 1979, en cuya redacción participé, se profesionalizó la carrera del educador y se fueron creando más de 132 facultades de educación en el país, esto explica en parte el asunto de oferta y demanda en educación, que lo considero positivo por cuanto muchos preescolares, escuelas de educación especial, la básica primaria y secundaria, y la media de la mayoría de las instituciones educativas cuentan en el presente en su planta de personal con numerosos licenciados en diferentes áreas del conocimiento, aunque hay escasez en ciertas áreas: en idiomas, matemáticas, artes y tecnología.
Advierto que Colombia debe dar un cambio cualitativo, se requiere formar en maestrías pertinentes a cada nivel escolar y los licenciados sin distingos de su especialización, deben ser conocedores a fondo de sus disciplinas a enseñar, tener un dominio de la recursividad tecnológica presente y futura y una formación esmerada tanto en español como en inglés, estos son los nuevos tiempos y las nuevas demandas.
La explicación para el escaso empleo de los jóvenes profesionales son varias: una es el modelo neo-liberal impulsado por el presidente Reagan, el cual estimula el individualismo a ultranza y que el único éxito de la vida es el económico, se trastocó el valor ser po el tener y aparentar en exhibición objetos vistosos e innecesarios, que la sociedad de consumo los proporciona, esto hizo que las clases dirigentes o la élite perdieran la visión de solidaridad con la sociedad, la clase política se puso al servicio de esos intereses; para el caso colombiano no solo siendo insolidarios con el pueblo, sino que la corrupción se estableció como principio de éxito.
Pero como los motores que jalonan el desarrollo los marca en parte el avance de la ciencia y la tecnología, el ritmo lo pone el avance tecnológico, de allí que estamos llegando tarde en Colombia a la cuarta revolución industrial, en donde cambia la demanda de trabajos, para lo cual se requieren nuevos profesionales en ciencias de datos, ciencias computacionales, inteligencia artificial, en biotecnología, biodiversidad y nanotecnología y nuestras instituciones están formando en programas que no se requieren, o que no tendrán mayor demanda.
Todo lo anterior es válido, pero el cambio climático nos exige cambios en nuestros patrones de vida, nuestra relación con el planeta en donde no somos amos si no simplemente partes del mismo, exige replanteamientos de toda la concepción del mundo que recibimos en educación.