Por Ginna Litceth Ramos Castillo
Colombia se constituyó sobre la base de una política abolicionista gradual que quedó plasmada en su primera carta Constitucional, la Constitución de Cúcuta de 1821. En la región norte de Suramérica, la participación de esclavos en los ejércitos de la independencia tuvo como consecuencia que el proyecto de construcción de la nación independiente la cual en 1821 incluía a Venezuela, Ecuador y Panamá estuviera profundamente aplicado con los intereses de las poblaciones afrodescendientes que buscaban garantizar sus derechos dentro del nuevo marco político.
Además, con la legislación de libertad de vientres, la creación de juntas de liberación y la abolición del comercio de esclavos, nuestro país estuvo en la vanguardia del abolicionismo en el atlántico, a la par con las demás repúblicas de la América española continental y con Haití, especialmente en cuanto a experimento republicano que plasmó la relación entre el discurso de la libertad y la independencia de los esclavos. Sin embargo, muy pronto el proyecto abolicionista se vio truncado por los intereses de las clases esclavistas, en especial las que habían fundado su imperio económico en la extracción de oro en la costa pacífica de la provincia de Popayán.
Familias prominentes ejercieron resistencia durante los primeros diez años de la independencia de Colombia, saboteando la implementación de las leyes de liberación. En la década de 1840, cuando ya el país se había fragmentado y Popayán estaba dentro de la Nueva Granada, las élites payanesas lograron que el gobierno volviera a instituir el tráfico de esclavos y trasladaron grandes números de ellos hacia Panamá, desde donde los vendieron a agentes peruanos y estadounidenses. A pesar de constituir una afrenta al proyecto republicano que surgió de la revolución de independencia, los dueños de esclavos justificaron sus acciones usando una retórica constitucional. Es decir, plantearon que sus intereses eran equivalentes a los del Estado y, aprovechando su autoridad política, actuaron para modificar la ley dentro del mismo.
Popayán es una ciudad reconocida a nivel nacional e internacional por su legado histórico, social, cultural y político. Detrás de sus paredes blancas guarda el recuerdo ancestral de aquellos esclavizados africanos que acá llegaron.
La fundación de Popayán se realizó con sangre, sudor y lágrimas tanto de indígenas como de afros, no obstante, las asignaturas que hablan de la historia nacional y local, al parecer han perdido la memoria y olvidan que las comunidades étnicas han hecho un importante aporte para lograr lo que hoy es Popayán y Colombia en general.
Desde Popayán se decidía el destino de los esclavos africanos quienes fueron distribuidos por varias regiones de Colombia formando así las sociedades del pacifico. Gracias al trabajo de aquellos esclavizados la economía fue adquiriendo su forma, logrando la evolución de la sociedad hasta el día de hoy. De ahí que existe en Colombia una cultura arraigada, fuerte y trabajadora que no solo se ve en una región, sino en varias zonas de nuestro país.
Se debe tener en cuenta y no olvidar el papel de las mujeres afros en la construcción de sociedad, ellas con su carácter de matronas han hecho un trabajo que poco a poco y con algunas normas se les ha reconocido.
Popayán, la Ciudad Blanca, culta y universitaria de Colombia es también una ciudad trietnica, existen indígenas, blanco-mestizos y negros o afros, Popayán es el resultado del trabajo que nuestros ancestros realizaron, hoy podemos gozar de los derechos que se nos fueron negados en algún momento de la historia.
La unión y fuerza de los hombres y mujeres afrodescendientes han fomentado la reivindicación de derechos, se han formado a ciudadanos para contrarrestar la discriminación racial, recuperar la memoria y así poder visibilizar las expresiones culturales.
Como ciudad diversa, en Popayán las personas afros que la habitan traen consigo desde sus territorios de origen, practicas culturales que fortalecen los lazos de hermandad entre las distintas comunidades.
Las comunidades afros que viven en Popayán tienen su mirada en el futuro, tienen esperanza, a pesar de los hechos violentos que algunos de ellos han vivido en sus territorios continúan con una sonrisa, sin sentir resentimiento.
Popayán y el Cauca también es de los afros que tenemos una historia acá, que es un poco intensa, dolorosa y traumática es una cosa, pero que a pesar de ello estamos para tratar de construir nuevas narrativas, tomados de la mano y ser bien recibidos.
La presencia de hombres y mujeres afros en distintos y nuevos escenarios profesionales son un ejemplo claro para aquellos que vienen detrás y nos siguen los pasos.
El departamento del Cauca tiene muchos sabores, formas y colores que deberían motivarnos para valorar un poco más nuestro departamento, y digo nuestro porque, aunque no nací acá, sino en Tumaco.
Popayán, Cauca me abrió las puertas de par en par, acá forjé un futuro, terminé el colegio y la universidad, muchos afros como yo, hoy trabajan, estudian y acogieron a la “Ciudad Blanca” como su hogar, cada año llegan jóvenes desde los territorios aledaños en busca de un futuro mejor. Popayán y el Cauca han sido mi hogar por 20 años, no por ello olvido de donde vengo yo, no puedo olvidar a mi tierra, mi Tumaco del alma, no puedo olvidar sus calles, su gente, su comida, sus danzas, no puedo olvidarme de los territorios afros, de los afros payaneses, o de los afros radicados en las ciudades. Ser afro significa llevar sangre cimarrona, ser pujantes, aguerridos y dignos, alegres, fiesteros y ocurrentes, bulliciosos, particularidades que sin individualismo se han diseminado en el resto de los colombianos. Popayán, recuerdo ancestral, seguirá siendo la ciudad culta que lleva en sus paredes blancas el recuerdo vivo de quienes hicieron de ella lo que es hoy: Una ciudad trietnica, con personas distintas físicamente, pero iguales en derechos, siempre mirando hacia adelante, con la frente en alto y en busca de sus sueños.