¿Popayán ciudad universitaria? (3)

VÍCTOR PAZ OTERO

[email protected]

Las ciudades, cualquiera que ellas sean, consolidan y expresan la materialización de un complejo y accidentado proceso de conformación a lo largo de su devenir histórico: Son entidades vivas y dinámicas sometidas a un inexorable fenómeno de cambio y transformación que nunca se detiene. Ninguna de ellas es un hecho dado, ni concluido. Están en un permanente “hacerse”. Su permanencia y su existir se encuentra encadenado y condicionado a la impronta de lo que cambia y de lo que se transforma, pues ese es el elemento esencial que caracteriza todo fenómeno social.

Le interesas leer… ‘¿Popayán ciudad universitaria? (2)’

Es por tanto ilusorio imaginar una ciudad congelada y ajena a las transformaciones que los aconteceres con los cuales la historia escribe sobre sus realidades. Proceder de esa forma es rendirles un equívoco homenaje a las ceremonias de la nostalgia. Hago el anterior comentario, teniendo muy en cuenta lo que sucede con la percepción, bastante generalizada y, que aún hoy supervive entre muchas gentes y varios sectores sociales de Popayán; acerca de la IDEA que se tiene sobre la imagen de la ciudad. Imagen donde Popayán acaba reducida a los perfiles confusos de una simple y nostálgica leyenda, donde se la designa algunas veces como ciudad colonial, ciudad heroica, ciudad prócera, ciudad culta, ciudad casi española, ciudad tradicional, Ciudad religiosa y hasta ciudad supuestamente aristocrática. Y podrían ser muchos más los adjetivos que se le asignan y que se le han asignado.

Pero los adjetivos con los cuales pretenden nombrarse los rasgos de una ciudad o de un fenómeno de la cultura, por supuesto, no se construyen para darnos un retrato objetivo y verdadero de una realidad ya constituida. Por lo general se trata de designaciones emocionales y de orden puramente afectivo, que en sí mismo no son del todo falsos y mucho menos del todo verdaderos.

Lo curioso y también lo paradójico de estas designaciones nostálgicas y evocativas, es que todas ellas se regodean reconstruyendo la imagen y la visión de una ciudad que ya fue. Una ciudad situada en el tiempo de un pretérito perdido. De una ciudad que ya ha sido devorada y cancelada por la historia. De una ciudad que se instala y “fulgura “en el versito del señor Valencia: “tu vives del pasado”.

Sociológica y culturalmente hablando, esta ingenua y confusa evocación del pasado perdido e irrecuperable, REVELA, tal vez en el imaginario o en el inconsciente colectivo de muchos payaneses, una característica que ha mantenido su tradición: son gentes que no han tenido ni la capacidad ni la lucidez necesaria O visionaria de ser consecuentes y contemporáneos de su propio presente.

Lo inquietante de lo anterior es que eso traduce para el conjunto de la ciudad, que esos elementos existieron, en ese tiempo ya perdido y abolido del pasado que se evoca. Por eso, tal vez, lo correcto podría decir que la ciudad no vive del pasado, sino que se evapora y se muere de tristeza al evocarlo.

Frasecitas simpáticas, e inteligentes, como aquella de que: “Popayán fue grande cuando fue pequeña” que acuñara un viejo y buen amigo ya fallecido, forman también parte de esa “epistemología de la nostalgia” que en últimas solo termina por certificar una sensación de naufragio y de fracaso para una ciudad que no tuvo ni la lucidez ni la comprensión, para orientar la tarea de encauzar los derroteros de su futuro en convergencia y en asimilación de la pretendida grandeza que engendró en su pasado.

Siendo así entonces ¿cómo se puede creer en un Popayán que solo existe como ilusión y ficción histórica de algo que ya dejó de existir, o que simplemente sobrevive como deshilachada leyenda?

Yo, como sociólogo y como escritor, lejos de ser o de querer ser, un oficiante del pesimismo, desearía desde un realismo analítico y desde una perspectiva crítica y comprensiva, repensar esos elementos de orden social, cultural y político que determinaron la fractura de un posible y más halagador destino histórico para la ciudad.

Nos duele, por supuesto, que de una ciudad portadora de tan valiosos y plurales elementos para jugar un rol relevante y estratégico en el contexto nacional, estemos ahora arrojados a la marginalidad y a la bobería histórica y cultural.

Hemos terminado siendo una ciudad desperdiciada, una ciudad casi TRAQUETA. Sin identidad dignificante, sin capacidad para diseñar un nuevo proyecto en concordancia con las dinámicas del presente. Sin construir con urgencia y con inteligencia el aplazado anhelo colectivo de convertirse en una verdadera y eficiente ciudad UNIVERSITARIA.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.