VÍCTOR PAZ OTERO
Se cuenta en décadas y en lustros el tiempo con el cual la ciudad de Popayán ha vivido seducida y también algo engañada con la ilusoria imagen de ser una ciudad culta y en ocasiones LA DE SER UNA CIUDAD LETRADA. Esa imagen, tiene, por supuesto, algo de realidad, pero también bastante de apariencia. Y es imagen que no se engendra en el vacío, ni es imagen que sustituye una ausencia.
Muchos elementos de naturaleza diversa y cambiante, en especial vinculados al pretérito histórico, han contribuido de manera eficaz pero poco eficiente a perpetuar la vigencia gratificante de esa leyenda, que a pesar de todo prevalece y continúa proyectando para la ciudad un elemento diferenciador de su esencia y de sus contenidos más valiosos, que acogen los propios payaneses y de alguna manera confusa se acepta en el contexto nacional.
No pretendemos cuestionar esa imagen, que acaba siendo símbolo de identidad para caracterizar algo de los contenidos que pertenecen a nuestro sugerente universo urbano. Sin embargo, esa imagen se descuida, poco se fortalece y muchas veces se profana y otras tantas se degrada por incomprensión o por simple estupidez de quienes deben alimentarla.
Creo que nadie, dotado hasta de un mínimo de sensibilidad y algo de educación estética, podría desear que el universo de Popayán pudiera transformarse en una imagen de ciudad preponderantemente comercial o en una artificiosa construcción industrial. Nadie desearía venderle al diablo el alma de la ciudad a cambio de un fugaz y mezquino momento de falsa “modernización”, para que se pueda “creer” en ella.
Popayán, el Popayán auténtico, no ese Popayán artificial y casi traqueto, que ha venido devorando y envileciendo sus símbolos y significados espirituales y culturales, sabe y lo ha sabido siempre que la magia y la verdad de Popayán solo puede consolidarse y fortalecerse en convergencia con esa imagen de ciudad culta y de ciudad universitaria. Con la imagen de una ciudad donde la liturgia de los proceso cotidianos y colectivos este impregnada por el culto a las faenas del espíritu y a las actividades académicas e intelectuales, que también son productivas y generadoras de empleo y de ingresos para diversos sectores de la población.
Es doloroso, pero necesario comentarlo, que esa imagen legítima que fundamenta el alma de la ciudad, ha venido en deterioro progresivo y en inexorable menoscabo. Deterioro que en un horizonte breve de tiempo puede conducir al colapso y hasta la disolución casi definitiva de lo único que Popayán no puede sacrificar, en su afán de venderle el alma al diablo o a la mafia: su fisonomía cultural y espiritual.
Se nos plantea hoy como necesidad inaplazable, para evitar el probable naufragio de la ciudad en la gris irrelevancia de una ciudad cualquiera, que ella encuentre y se reconcilie con ese deseo y ese proyecto, POSIBLE Y REALIZABLE, de configurarse como una funcional CIUDAD UNIVERSITARIA. Proyecto y propósito que en todo es convergente con la propia y diferenciada dinámica histórica que ha caracterizado a la ciudad.
La Universidad del Cauca, símbolo y vehículo de la identidad cultural de la ciudad, así como las diversas y ya consolidadas otras universidades ya establecidas entre nosotros, tienen que aportar su empeño y su esfuerzo en darle realidad y carnadura a ese valioso e imperativo deseo y anhelo colectivo de terminar por convertirnos en esa ciudad UNIVERSITARIA. Ya es mucho el camino transitado de manera mas espontanea que planificada y racionalizada en esa dirección.
Claro que el tema es complejo y desafiante, implica reflexión y estudio, voluntad de cambio para derrotar el inmovilismo burocrático y la ausencia de imaginación creadora e innovadora QUE SUELE VEGETAR APOLTRONADO EN TANTOS ESPACIOS DE NUESTRA INERCIA COLECTIVA.
Insistiremos “largo y tendido” en la reflexión tranquila y abierta sobre el tema.