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    Popayán: Ciudad, enigma y destino (4)

    VÍCTOR PAZ OTERO

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    Las imágenes, como las ciudades, tienen la curiosa propiedad, y hasta se podría decir, tienen el inexplicado misterio de sobrevivir y perpetuarse más allá de las realidades concretas de donde suelen ser engendradas. Algunas de ellas tienen vida y contenido propio y parecen resistir con éxito el deterioro progresivo que les agrega el paso corrosivo del tiempo y de los años. La pregunta es: ¿son reales las imágenes?

    Le interesa leer… Popayán: Ciudad, enigma y destino (3)

    Y asumo esa interrogación en relación a la propia imagen que la ciudad ha configurado en mí y también en relación a la imagen que yo he configurado de ella.

    ¡Si! Se trata de una especie de juego imaginario, de algo parecido a una lúdica conceptual, que de muchas maneras podría aproximarnos a investigar o a develar lo que suelo llamar el enigma de la ciudad o la consideración de la ciudad como enigma.

    De paso aprovecho la ocasión para invitar a los probables lectores de mis columnas a que se incorporen a ese juego imaginario, que seguramente les deparara sorpresas acerca de su personal visión y de su personal relación con la ciudad.

    Por supuesto, que existen y poseemos una pluralidad de miradas, cada una de las cuales nos prodiga también una pluralidad de imágenes de nuestra propia ciudad. “Ciudades son imágenes” solía expresar un poeta de cuyo nombre no se acordarme.




    En mi caso, y apelando a mis deterioradas convicciones de sociólogo académico, podría hacerlo y lo he hecho en ocasiones muy diversas, construir una imagen de la ciudad utilizando tanto la jerga incierta y equivoca de esa supuesta ciencia social. Pero la imagen que obtendría de la ciudad sería, si acaso, una descripción fría y deshumanizada de factores como la distribución espacial de la población. Algunos datos acerca de la estructura demográfica, cifras sobre la estructura ocupacional, referencias cuantitativas sobre los ingresos entre sectores sociales, descripciones sobre las relaciones del poder político. En fin, obtendría y acumularía una nutrida información, seguramente valiosa y utilizable para muchas cosas. Tendría una visión aparencial y de superficie sobre diversos aspectos de los engranajes y las articulaciones que se presentan en la vida colectiva. Sería agobiante narrar las posibilidades de recopilar datos e información mensurable acerca de la casi inabarcable totalidad de elementos y situaciones que se conjugan y concurren para darle forma y evidencia a la manifestación compleja del fenómeno urbano. Pero nada de eso me daría una imagen de conocimiento valido acerca de la ciudad. La ciudad como el alma no se materializa ni se nos revela en mediciones empíricas.

    Pero lo doloroso es, que por lo general, siempre así se procede en el estudio y en los diseños, en los proyectos y en las investigaciones “tecnocráticas” que pretendidamente aspiran a darnos una imagen real y verdadera de las ciudades. Pero la imagen o el supuesto “conocimiento” de esa manera obtenido, no será más que una caricatura empobrecida de la dimensión y el contenido humano que entraña, como hecho esencial, el significado verdadero de una ciudad.

    Personalmente yo termine siendo un desertor de las irrelevancias del “saber” y del actuar sociológico. Termine aceptando y comprendiendo que la sociología como casi todas las mal llamadas “ciencias” humanas no va más allá de ser una oprobiosa y pretensiosa elaboración de lo obvio. De ahí que me convirtiera en OCIOLOGO, que en mi caso es equivalente a una dedicación apasionada y sin tregua a las faenas de la escritura literaria.




    La alusión a lo personal, que nunca me gratifica y que por el contrario me alborota pudores, tiene justificación en este contexto, para poder afirmar que la larga serie de columnas que pretendo escribir nuevamente, sobre la realidad que acontece y padece la ciudad de Popayán en las actuales circunstancias y que parecen indicar que la ciudad camina hacia un colapso irreversible tanto en lo social, como en lo cultural y lo espiritual; son reflexiones que elaboro a partir de consideraciones que poco tienen que ver con visiones tecnocráticas.

    No abrigo la estúpida pretensión de detentar “verdades”, solamente el deseo de exponer un punto de vista diferenciado y hasta cierto punto heterodoxo, sobre mi visión y mi comprensión de este, mi universo urbano, que ha sido a lo largo de muchos años, objeto de mi exploración y estudio en mi extenuante y tantas veces, poco o mal comprendido, oficio de novelista y de mi exclusivo rol de OCIOLOGO. Ese punto de vista, necesariamente queda limitado por la precariedad de espacio que impone una columna de prensa; pero son consideraciones que de alguna manera ya han cristalizado fragmentariamente en muchas de mis obras ya publicadas. Mi deseo es convocar a la comunidad payanesa y en especial a la comunidad universitaria, a reflexionar y a repensar desde diferentes ópticas sobre la crítica coyuntura que vive la ciudad, una ciudad que parece haber extraviado la verdadera ruta de su destino histórico.

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