Ahí está Popayán, años después de soportar una dura prueba de la naturaleza, ahí está nuestra ciudad, altiva, espléndida, con sus relojes coloniales que marcaron las horas tristes y alegres de la Ciudad Blanca, que se detuvieron un jueves santo a las ocho y trece minutos, captando en su silencio la dimensión de un drama, y que hoy ha vuelto a articular el espíritu silente de una ciudad en movimiento.
Ahí está, la Jerusalén de América, con las campanas de sus iglesias que arrullan con su entonar melodioso, la apacible vigilia de estas calles plenas de historia y recuerdos imborrables. Popayán con sus procesiones, la secuencia temporal de sus pasos o momentos que representan el sufrimiento, la muerte y resurrección de Cristo, la singular perfección de sus figuras bíblicas con sus expresivos rostros de manufactura quiteña, santafereña y payanesa, de la mano de notables y laboriosos maestros. Sus bellas artesanías, hechas con un innato y brillante talento.
Ahí está nuestra ciudad, con sus magníficos templos que conservan intacta la tradición centenaria de evocar el grandioso misterio del sacrificio, muerte y resurrección de Dios hecho hombre. Las edificaciones coloniales, las exposiciones, los museos que albergan en su interior la reseña viva de épocas pasadas y objetos que recuerdan gestas centenarias. Los claustros universitarios que nutrieron en sus salones la inteligencia y el talento de hombres y mujeres que engrandecieron la patria. Ahí está la Ciudad Blanca, con la Semana Mayor y sus participantes, el porte y belleza de las sahumadoras, la solemnidad de los cargueros, la sobriedad de los regidores, la devoción de los alumbrantes y la masiva participación de propios y extraños, peregrinos y turistas que viene de los más apartados rincones del país y del mundo, que observan con especial admiración el desarrollo de las tradicionales procesiones de la Semana Santa en Popayán.
Es la Ciudad Blanca, con su Festival de Música Religiosa , sus extraordinarios conciertos que nos trasladan a épocas pasadas, sinfónicas, filarmónicas, corales, música sacra y excelsa que evoca la inspiración sublime de compositores como Bach, Mozart, Beethoven, cuyas magníficas obras han puesto a pensar a incrédulos y ateos en la existencia de Dios.
Ahí está Popayán, de cara al futuro, con una fe y voluntad inquebrantables, reflejados en un porvenir que hace años, instantes después de la tragedia se observaba nublado e incierto, pero hoy con la entereza y voluntad decidida de sus gentes, se perfila promisorio, y con la visión puesta en un horizonte más esperanzador y forjador de una realización colectiva.
Comentarios recientes