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    Poliarquía en el futuro

    ROBERTO RODRÍGUEZ FERANANDEZ

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    Cuando toda esta emergencia pase (?), y conociendo los poderes nacionales, y además siendo optimistas y propositivos, en el futuro Colombia perseguirá ser una sociedad con poder económico y pluralismo político, aunque no sea la mejor.

    Esa “nueva normalidad” (como dicen en México), en el mejor de los casos y aunque no estaremos de acuerdo con ella, sería una “Poliarquía”, o gobierno de muchos, pero de múltiples élites que competirían, dialogarían y presionarían para obtener decisiones en favor de sus intereses económicos. La diferencia con el pasado radica en que habrá un verdadero juego de élites, mas libres y con condiciones mas democráticas, lo que representa un avance aunque se trate solo de la flor y nata de los intereses económicos; se pensará que la participación del pueblo es un imposible o que es indeseable por las muchas rupturas y reacciones que generaría.

    Es decir, pasaremos de la hegemonía de una alianza narco-dirigente a las luchas de muchos grupos poderosos selectos, una modernización y ampliación de las presiones y contrapresiones de lo que N. Poulantzas llamaba “el bloque en el poder” (1971). Por supuesto, se trata de mejores condiciones para ellos, no de la democratización de la sociedad, no seamos tan ingenuos.

    Sus intereses buscaran lograr mas y mejores privatizaciones, asegurar sus inversiones, obtener los mayores contratos públicos y privados. Aprovecharan que con la emergencia el Estado ha vuelto a tener gran importancia, ahora debe intervenir en la economía aunque solo para distribuir los recursos públicos y asignar subsidios a los mas necesitados. Será una “poliarquía populista” dirán los conservadores, o una “poliarquía social” se atreverán a ensayar las mentes mas liberales, todo depende de dónde se haga el énfasis, si en políticas públicas demagógicas o mas realistas.

    Las nuevas aristocracias del poder hablaran de “democracia”, como lo sostienen los poliárquicos desde los años 80s siguiendo a Robert Dahl.

    Un verdadero juego de élites exigirá garantizar varios puntos: que sea real la libertad de expresión, que haya libertades para asociarse y organizarse económicamente, que el sufragio universal y los procesos electorales se depuren de tantos malos hábitos, que existan apoyos estatales para quienes puedan participar, que se tengan fuentes de información veraces y accesibles, que las instituciones den garantías y controlen los obstáculos. Es decir, normas y políticas públicas mas eficaces. No tantas leyes sino –mejor- reglas de juego claras y que impulsen las competitividades y alternancias en el poder.

    Pero, solo serán para quienes puedan competir, o sea, para el jet set de los gremios, que construirán una “democracia imperfecta” sin las sensibilidades que requiere una verdadera democratización, para nada incluyente ni justa, pero –siendo optimistas- con mas transparencias.

    Opinaran que todo esto implica una cultura política sana, en lucha contra las diferentes formas de corrupción, con una relativa participación, con presiones modernizantes, con mayores autonomías (privadas), y de parte del Estado y sus gobernantes deberá suponer reales controles de las “agendas de gobierno” o temas que se incluyan y debatan en los consejos de gobierno, y de las cuales se supone que se escogerán las mejores soluciones, por supuesto estudiadas por consultores contratados, las que finalmente se convertirían en políticas públicas a desarrollar. Por supuesto, continuaran los militarismos y los controles jurídicos y judiciales.

    El problema es que la poliarquía le dice mucho a los dirigentes pero nada a las clases populares, que siguen excluidas por mas que se hable de una nueva normalidad.

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