Cuando este artículo sea publicado es posible que el peso del olvido haya enterrado el bestial acto de desmontar y convertir en tea la pila del atrio de la iglesia de Santo Domingo.
“En Popayán existen tradiciones que han logrado mantenerse desde el siglo XVI, como la Semana Santa y alrededor de esta, artesanos propios y extraños, ligados necesariamente a este ceremonial anual, ahora Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad; si observamos los elementos simbólicos y materiales que han contribuido a esa centenaria pertenencia y a los vínculos socioeconómicos al que muchas gentes han contribuido y contribuyen, podemos decir entones, que subsiste también una tradición de cantería que es muy apreciada aún fuera de la ciudad. La posibilidad de erigir pilas y fuentes de piedra sobre todo, en los patios de casas, en algunos atrios de iglesias, en conventos o ex conventos, en edificios gubernamentales, etc. son muestra de esa persistencia tradicional, de una forma de enlace espiritual con esta tradición árabe-española”: antropólogo Miguel Méndez Gutiérrez.
Evidentemente, las pilas de agua, entre ellas: la de la plazoleta de la Iglesia de Santo Domingo, y la de la casona del Maestro Pintor y Restaurador Luis Carlos Valencia Guevara, su diseñador y cincelada por el Maestro Juan Mora son emblemas de la ciudad. La historia de las pilas se inicia en el periodo Neolítico o edad de piedra, continuando con la edad Antigua, Media, Moderna hasta nuestros días. Identifica a la figura de Diego Díaz de Portugal como un sobresaliente cantero en los tiempos de Antonio Mendoza, primer Virrey de la Nueva España, (1535-1550) quien inició la enseñanza a los indios del arte de la cantería. En Nueva Granada los primeros canteros y carpinteros importados de Castilla en marzo de 1529, se emplearon en la edificación de la Casa para el Rey, siguiendo con la catedral de Santa Marta en 1536. Lo anterior lo dice todo, en Popayán, sin lugar a dudas, la pila de Santo Domingo tiene gran significado e importancia como parte integral del mobiliario urbano en consonancia con otros factores definitorios del espacio público, como patrimonio arquitectónico de la ciudad.
La universidad es un espacio de debate, crítica y construcción social, pero debe rechazar los desafueros de crápulas que no merecen el calificativo de estudiantes porque no son más que aprendices revoltosos. El universitario posee características diferentes: Pasión por descubrir y conocer la verdad, tiene sed de entender y hambre de poder explicar el porqué de los fenómenos que vivimos. Un estudiante universitario es protagonista de su propia carrera, es decir conduce las riendas de su propia formación superior. Los dolientes de Popayán, creemos que un buen universitario no usa piedras, palos y petardos, ni mucho menos, tiene tiempo para arremeter contra nuestra Alma Mater, ni contra los íconos de la ciudad tan respetados por tantos años. Quienes tuvieron comportamientos discrepantes y desafiantes contra las reglas sociales convenidas, deben ser castigados con rigor, marginados de la universidad y darles los cupos a caucanos que amen la ciudad y su universidad.
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