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EDUARDO NATES LÓPEZ
Muchas cosas sorprenden alrededor del espectáculo que se presentó el martes de la semana anterior, en el debate contra el Fiscal General de la Nación. No se trata solamente de las consecuencias políticas que deben acarrear los actores protagonistas del evento (tanto acusado como acusadores). Al respecto, ya el gobierno respondió (con una terna sin penalistas…) la solicitud del Fiscal Martínez Neira, de nombrar un fiscal Ad-hoc para tres de los muchos procesos contra Odebrecht. (Como si eso eliminara el aura de impedimentos éticos que rodea al jefe de la entidad fiscalizadora…). También llama la atención poderosamente el notorio silencio de quienes se habían declarado propietarios de la transparencia y la pulcritud, y que desde la promoción del famoso plebiscito anti-corrupción calificaban de corrupto a quien osara cruzarles cualquier reparo, de forma o de fondo, sobre su propósito, que resultó indudablemente electoral. Es comprensible que hayan quedado estupefactos con el Petro-video de su adalid, quien, cual James Bond, se creía con “licencia para matar” y resultó con semejante “rabo de paja.”
El documento fílmico les apagó de un lamparazo la radiola en que sonaba el “Reggaetón de la Corrupción” y los dejó bailando en ridículo. La estridente exsenadora Claudia López debe estar en cirugía del otorrinolaringólogo, haciéndose extirpar los gritos que se le quedaron atorados y la representante Robledo, compañera de fórmula de Petro, tomando ácidos laxantes para expulsar los insultos que le tocó tragarse. Y varios más actores de reparto deben estar agazapados por ahí para que no les vean chorrear la vergüenza.
Pero el que adolece de una soberbia incurable y sigue asistiendo, orondo, al Senado, a pesar de la inhabilidad sobreviniente derivada de las multas, a expeler mentiras y dramatizar perdones, es el protagonista principal del video. Es increíble esa actitud arrogante de creerse por encima de la ley y de los demás, inventando fechas, nombres, sitios que después le desmienten, y, obviamente, calificando de “cortina de humo” la presentación del video, ya que le quedaba exageradamente difícil soltar la manida hipótesis del “montaje.” (Ah! difícil que debe ser conseguir un extra que se le parezca…). La fruición (bella palabra…) que emana de su rostro cuando manosea los fajos y los acomoda en la chuspa, lo hubiesen hecho acreedor a las más sinceras felicitaciones de Luis Buñuel o Federico Fellini. Inclusive, su colega senador y reconocido cineasta y director Gustavo Bolívar, además de la estupefacción de ver a su jefe allí, paradójicamente debe haber pensando en la sarta de estatuillas que podría haber alcanzado con ese “cortometraje”, -al mejor estilo de “Sin tetas no hay paraíso.”- Claro que luego usó la muletilla de siempre: “en esa época no lo conocía…”, refiriéndose al actor.
No hay duda de que la sociedad ha sido demasiado benévola con el artista Petro, si comparamos con lo que supuestamente hubiera sucedido con un video similar pero con un artista diferente. Ya estaría en la cárcel, luego de haber sido objeto de un proceso de velocidad ultrasónica, similar al que el Procurador Carrillo le aplicó al insólito alcalde de Bucaramanga. Acá, no han importado las contradictorias y discordantes apariciones de nombres como el de “El loco Barrera” o Juan Carlos Montes, ex M19, o las declaraciones del Arquitecto Simón Vélez, negando el tal préstamo y muchos otros diferentes argumentos entreverados. Pero Petro, con pasmosa tranquilidad, como en campaña, aduce mentiras, urde argumentos que se le hunden y sigue proclamándose dueño de ocho millones de votantes para la presidencia y de once millones de votos del plástico plebiscito anticorrupción, para eludir los cuestionamientos.
Después del largo video y de las explicaciones que nada explican entregadas por el gran protagonista, lo que queda claro es que la accidentada carrera política de Gustavo Petro comenzó a marchitarse cual margarita, aunque con nada nos sorprendería la justicia de este país y en tratándose de este avezado “torero de la ley.” Pero, como diría mi mamá: “todo pícaro tiene suerte” y donde se cierra una puerta se abren dos: Las puertas del séptimo arte se han abierto de par en par a este inefable actor colombiano y pronto lo veremos compitiendo, cual Milk, por el Oscar…
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