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JUAN CARLOS LÓPEZ CASTRILLÓN
Desde qué leí el libro de Santiago Gamboa, titulado como esta columna, me he preguntado por qué esa magnífica novela se llama de esa manera. Hasta ahora no he encontrado la respuesta, pero ya no me importa, pues he añadido ese interrogante a la larga lista de temas pendientes que todos tenemos y que no queremos resolver.
Lo interesante de ese título es la reflexión sobre cómo los seres humanos hacemos muchas veces todo lo posible -inconscientemente- para perder una batalla, una competencia, una relación, un negocio, o una tarea, como si en verdad el camino a la derrota tuviese un manual de procedimientos.
Si bien es cierto que ganar y perder son una constante diaria y hacen parte del inventario de la vida, también tenemos que reconocer que es mucho más fácil equivocarse cuando se desconocen los entornos, las reglas y las costumbres; nos equivocamos de socio, nos llenamos de miedos, falla el estudio de mercado, obramos con prejuicios o afrontamos un proceso con exceso de confianza.
Ahora, a nadie le gusta el fracaso, por eso vale la pena recordar el estudio efectuado por el escritor mexicano Miguel Ruiz sobre los cuatro acuerdos de la sabiduría de los Toltecas, los cuales aportan elementos para manejar mejor nuestras opciones y trasegar más relajados por este camino donde todo es competencia.
Uno, «no hagas suposiciones», para bien y para mal, dar por cierto algo que nos imaginamos es andar casi a ciegas, sino recordemos a los políticos colombianos que trabajaron bajo el supuesto que las maquinarias electorales todavía endosan los votos y terminaron estrellados.
Dos, «nada es personal», sobre lo cual hay que decir lo difícil que resulta separar las situaciones institucionales de las personales. Pero debemos ser capaces de entender que en la medida que le demos importancia a los ataques del contrario, lo que hacemos es darle poder a éste, mermar nuestra competitividad y abonar así la ruta hacia la derrota.
Tres, el axioma de «sé implacable con las palabras» es reconocer la capacidad de construir que se tiene con el lenguaje y por ende con la comunicación. El éxito está ligado en buena medida a la capacidad de transmitir un mensaje, de vender. No siempre los que más saben toman las riendas, la mayoría de las veces ganan los que mejor comunican.
Cuatro, «esfuérzate siempre al máximo». Una mirada a la Biblia nos recordará con Goliat que no hay enemigo pequeño; que no se deben dar ventajas, como las que dio Pékerman al alinear a James lesionado; y que muchos se han ahogado llegando a la orilla.
Pero si a pesar de todo se pierde, hay que rescatar de esas situaciones la polémica pero válida frase de Maturana, que «perder es ganar un poco», pues es obvio que mucho se aprende cuando se pierde y que a partir de los fracasos se construyen los triunfos futuros.
Por algo los soldados de la antigua Roma vaticinaban que «ad triarium ventum est» -a la tercera va la vencida-, que implicaba reconocer que era la tercera fila de la milicia la que daba la victoria, pues las dos primeras estaban destinadas a ser sacrificadas para debilitar al enemigo.
Así las cosas, aunque perder sí es cuestión de método y estando totalmente de acuerdo con la frase “es mejor ganar que perder”, también hay que reconocer en la historia la inteligencia de muchos protagonistas que perdiendo lograron ganar, porque lo importante cuando se compite y no se gana, es saber cómo se perdió.
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