RODRIGO SOLARTE
Los pueblos siempre hemos soñado con la paz, tanto espiritual como material en lo individual, familiar y colectivo.
La misma vida en este planeta es una constante conflictiva entre realidades creadas por la especie o parte de ella, influyendo o impactando en los demás y el contexto natural donde se habite como porción del todo planetario.
La historia de la especie nos muestra y enseña la duración progresivamente mayor o menor de la vida, acorde a las condiciones que de ella nos demos, satisfaciendo entre todos las necesidades básicas, tanto materiales como afectivas y espirituales en general.
Los mayores de edad que hemos llegado al inicio de este segundo cuarto del siglo XXI, damos testimonio, así sea parcial, de los sueños, realidades y pesadillas vividas en Colombia y El Cauca en este más de medio siglo transcurrido.
Concentrados en el hoy histórico planetario, continental, nacional y departamental, cada generación y por edades, aprovechando cuarentenas para dialogar con la diversidad informativa que la virtualidad y demás medios de comunicación difunden, tendrán prioridades que la cotidianidad motiva.
Iniciemos por el mantenimiento de las necesidades para mantener la vida productiva y solidaria, prevención de enfermedades incluyendo la actual con las vacunas y alimentación, diaria actividad física, intercambio de afectos, amor, oración y meditación, para mejorar nuestro sistema natural de defensa o inmunitario, primera barrera contra la enfermedad física y mental que la vida y las ciencias con ética y moral, corroboran permanentemente.
Los gobernantes que no tienen en su consciencia y voluntad la vida y la paz con justicia social como sueños a concretar progresivamente, son mediadores o actores de las pesadillas económicas, sociales y políticas, que llegan hasta engaños, corrupción y asesinatos de quienes destapan incompetencias y luchan por sus sueños.
La historia de los pueblos da cuenta de soñadores que por su honestidad y transparencia, virtudes y defectos, propios del SER HUMANOS, han ofrendado hasta su vida en manos de quienes los consideraban como enemigos. Ellos son para esta minoría, su pesadilla, o motivo de insomnio permanente.
Estamos celebrando y conmemorando los primeros 30 años de la Constitución de 1991, considerada por muchos colombianos del campo y la ciudad como LA CONSTITUCION DE LA PAZ, por un Estado social de derecho, multiétnico, pluricultural, descentralizado, defensor del medio ambiente, riquezas naturales, biodiversidad y democrático participativo, la cual ha resistido 55 reformas, persistiendo la amenaza de acabar con ella, ahora, por contener como CARTA MAGNA, la PAZ como un deber y un derecho de obligatorio cumplimiento que asumió los Acuerdos de La Habana para dejar la lucha armada como medio de la lucha política que durante dos siglos ha sido una pesadilla para nuestros pueblos.
Enquistada la guerra en las ideas y conciencia de quienes, aprovechando esta pandemia, la CoVid-19, hiperconcentraron los poderes de decisión económica e informativa, están desencadenando los miedos y resiliencias acumuladas por tanto tiempo, no solo para resistir una vez más, pues ya se visualizan y entienden alternativas, contenidas o por recuperar, consensuadas en la Constitución de 1991.
El compartir pesadillas para un despertar consciente y reparador de energías a todos los niveles del organismo social, nos llama a la participación decidida, pacífica, multicreativa en ciudades, cabeceras municipales y veredas.
Será un paso más para consolidar la solidaridad integral, con el presente que estamos viviendo, el futuro que los sueños han venido inspirando y el cómo comenzar a hacerlos realidad en el PACTO HISTORICO que sigue en construcción para pasar en el 2022 a su ejecución. Los mayores también tenemos sueños y pesadillas en la memoria, algunos trasmitidos a la descendencia para su época.