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    ¡Patrimonio religioso cultural del alma payanesa!

    ÁLVARO ORLANDO GRIJALBA GÓMEZ

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    Las tradicionales festividades de Nuestra Señora de Belén, que anualmente se celebran en la ciudad, son una verdadera y hermosa tradición del alma payanesa, con más de trescientos años del costumbrismo religioso cultural en éste nuestro entrañable y amado terruño.

    Muchos payaneses y nuevas generaciones, no conocen lamentablemente sobre esta centenaria festividad, como lo hemos podido constatar, inquiriendo a desprevenidos ciudadanos y jóvenes de estos nuevos tiempos en nuestra histórica, hidalga y noble Ciudad, que dicen no tener conocimiento de ella, lo que determina la necesidad de adelantar importantes campañas de difusión de la misma, por parte de autoridades locales culturales y religiosas, que deben apoyar a la Asociación Junta Permanente de Nuestra Señora de Belén, encargada de custodiar por el sostenimiento, engrandecimiento y preservación de tan importante y valioso patrimonio religioso cultural del espíritu del pueblo payanés.

    En la hermosa colina de Belén, hoy invadida y tugurizada, se encuentra el santuario, ermita o capilla de su mismo nombre, que originalmente se construyó en homenaje a Nuestra Señora de Belén, gracias a la generosidad de un esclavo liberto de la época, de nombre Juan Antonio de Velasco, “que compró su libertad al cura y vicario de Almaguer que era el presbítero Francisco de Aranda y Centeno, por un precio de cien patacones de ocho reales en moneda corriente”, caso inédito de la historia de Popayán, pues Juan Antonio amasó una gran fortuna en su época. (Cf. Orián Jiménez Meneses, Historia Crítica, Universidad de los Andes, Raúl Ortiz Toro Pbo.) Su educación al lado de este sacerdote, con espíritu religioso, le motivó a invertir parte de su riqueza en la construcción del santuario en honor de Nuestra Señora de Belén, hoy dedicado al Patrono de la Ciudad el Santo Ecce Homo.

    Así, con la construcción del santuario, desde esas épocas, nace la tres veces centenaria festividad de Nuestra Señora de Belén en su homenaje, que se inicia con la Presentación de la Niña María en el Templo, antes del 26 de noviembre de cada año que son los Desposorios de María y José, en hermosa ceremonia simbólica del casamiento de la Virgen María y San José, que se celebra en el santuario de Belén, con chirimías, bandas, copa de vino y pastel.



    Luego las hermosísimas y centenarias procesiones de la Bajada y la Subida de la Virgen desde el santuario de Belén al templo de San Francisco, donde la mayor participación acostumbrada era con pequeños vestidos de pastores, ángeles, vírgenes, san josés, pastorcitas, reyes magos, ñapangitas portando hermosos pabellones navideños, para acompañar estos desfiles, siempre realizados un domingo en horas de la mañana, y no en la noche de sábado como ocurrió este año con la procesión de la bajada, lo cual debe corregirse por la Junta, porque en la noche los niños no participan, no la ven, ni la disfrutan y se pierde la tradición.

    En la procesión de la Bajada, la hermosa Virgen de Belén, sale de su nicho en el santuario, hacia la iglesia de San Francisco, en hermosa anda adornada de angelitos, sentada en su imponente silla de pan de oro, y sus rayos de plata, con sus rizos dorados cubiertos por un sombrero viajero, con canastilla de ropitas y pañales en su regazo para el Niño Dios que nacerá. Es trasladada a hombros de fuertes cargueros con rabo de gallo rojo en su cuello, acompañada de los pasos de San José, el Ángel de Nazaret, los Arcángeles Uriel, San Miguel y San Rafael, Santa Isabel, Zacarías, San Joaquín y Santa Ana, el Arcángel San Gabriel, la Anunciación y la Visitación, de alegres chirimías de flautas y tamboras, floridos pabellones con arreglos navideños y cintas de colores.

    La procesión de la Subida, es hoy domingo y sale a las 11 de la mañana del templo de San Francisco; es idéntica a la de la Bajada, con la misma alegría y folclor navideño de ñapangas, bandas y chirimías; solo varía en que la Virgen María, Nuestra Señora de Belén, regresa con su corona imperial en plata dorada sobre sus rizos de oro, llevando en su regazo al Niño Dios recién nacido, y con sonrisa maternal vuelve a su Santuario de Belén, en medio de la alegría y el júbilo de todos.

    El veinticinco de diciembre la Natividad se celebra en Belén, con oficios religiosos, la Santa Misa, quema de polvera y música.

    Estas festividades de Nuestra Señora de Belén son parte del alma religiosa, costumbrista y folclórica del pueblo payanés, apoyémoslas sin reservas.

    A mis queridísimos lectores les deseo una FELIZ NAVIDAD, llena de regalos y alegrías del Niño Dios.

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