MIGUEL ANTONIO VELASCO CUEVAS
El despampanante fiero a la legitimidad institucional colombiana, ocurrido en Conejo, bajo patrocinio del primer obligado a guardar la Constitución, y que comienza a tomar visos anecdóticos, porque algunos lo equiparan con la costumbre nacional de perorar en plaza pública bajo custodia y protección de las fuerza oficiales, llama a serio replanteamiento del extendido coloquio habanero.
Claro está que orinan fuera del mate quienes igualan ejército y policía nacional con un piquete de armados irregulares. Una cosa es bailar con quimbas, y otra con alpargatas.
Lo cierto es que a los señores del monte nada les gusta, nada les sirve, y nada los convence. Mientras tanto el postulante a Nobel se juega entero para aquerenciarlos y complacerlos. Obvio que ellos no se dejan aquerenciar, todo lo contrario, están aquerenciando a las élites, por lo menos así lo demuestran los cuchicheos de Santiago y Leyva con algunos uribistas encanados.
Ellos, los bandoleros que tienen pendientes con la justicia, por encima de todo intentan no pagar la deuda, y lo van a conseguir. Pero además trabajan para implantar sus usos y costumbres. Aquí ya no se fumigan los cultivos ilícitos, ni se controla el evidente tráfico de precursores químicos para el procesamiento de narcóticos, ni se le hace inteligencia y seguimiento a ningún patrón, y el narcotráfico hace su tránsito a delito político.
‘Gabino’ camina como si ninguna captura lo esperara, y hasta acude a celebraciones que uno no se explica, porque incomprensible resulta que el grupo culpable de la muerte del padre Camilo, el ELN, ahora lo quiera subir a los altares, después de forzarlo a morir como manso cordero. El testimonio lo da Jaime Arenas Reyes en su histórica disección del grupo armado. El que quiera puede leer “La guerrilla por dentro”, en dónde queda claro que al Camilo guerrillero no lo valoraron en su dimensión intelectual, “… y no pasó de ser un soldado raso en las filas del ELN.”
Pero para no dilatar tanto, y vista la clara intención de refundar la patria mediante una Constituyente, que para allá van, vale proponerle al pueblo, que siempre paga con vidas y con plata, impulsar la fórmula del rasero: o todos en la cama, o todos en el suelo. Resultaría más barata, más igualitaria, y menos ignominiosa.
El asunto es que en Cuba están fraguando unas fórmulas retorcidas para lavar las fortunas de la cocaína; están ingeniando un tribunal ad hoc, inconstitucional por cierto, para enjuiciar a todo el mundo; quieren fraccionar el territorio nacional en parcelas exclusivas para el crimen y los criminales; y desean legislar como egregios defensores de la democracia, mientras la tal paz quedará en vilo, porque muchas víctimas no soportarán el chocorazo de entrar a las cárceles mientras sus victimarios salen de ellas.
Más ágil y menos traumático es liberar por parejo a todos los presos, dejar barridas las cárceles, archivar todas las investigaciones en curso, y arrancar de nuevo. Para eso sólo se necesita un referendo con una única pregunta: ¿Nos fumamos el cacho de la paz?
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