SIGIFREDO TURGA ÁVILA
Siendo plenamente respetuosos de lo que piense todo colombiano sobre el indígena, queremos sustentar algunas reflexiones que pudieran aportar en algo, para que ojalá el mañana se vaya encaminando a resultados tan positivos como los que en la actualidad se evidencian en la economía de los países del norte europeo; donde se propusieron en el siglo 20 aplicar el “todos en la cama o todos en el suelo” y el “uno para todos y todos para uno” que mencionábamos en el artículo inmediatamente anterior. Esos países son de los más desarrollados del mundo, aunque a comienzos del siglo 20 fuesen de los más miserables.
Partamos de una noticia que se destacó en el mes de octubre en algunos de los medios de información importantes de Colombia, cuando los indígenas del Cauca en minga salieron de Bogotá de regreso a su tierra: “La minga dejó como un espejo el Palacio de los Deportes en Bogota”. Ello puso punto final a tanta noticia falsa, expresiones burlescas y calumnias que soportó dicha minga.
Que en Cali los de la minga hicieron fiesta bailable, violando obligaciones a cumplir ante el Covid, para ello los calumniadores usaron imágenes de antes del Covid 19 sobre evento cultural en Caldono.
Otra mentira, La minga estaba infiltrada por el ELN, noticia sin sustento.
Al parecer con fotos de lo que quedó después de una manifestación en Argentina, le adjudicaron a la minga daños en el centro de Bogotá.
Una primera pregunta que surge de esta experiencia de octubre es, ¿qué beneficio le trae a Colombia en general esa tendencia al menosprecio, al atropello, al desconocimiento de lo que el otro necesita que se conozca y que quizás también requiera algún apoyo que otros puedan dar?
Creemos que ya es hora no solo de evitar la discriminación a los indígenas, sino que también debemos actualizarnos sobre sus fortalezas adquiridas, como frutos de lo sembrado y construido desde el siglo XVII, originalmente bajo la autoridad y disciplina de la Cacica Gaitana o Guaitupán.
Timanco, hijo de la cacica Gaitana, segundo en el mando del pueblo de los Yalcones, se reusó a reunirse con Pedro de Añasco, quien convocó a los líderes indígenas hombres de la región montañosa aledaña al Nevado del Huila, para informarles cómo pasarían las tierras de los indígenas bajo el dominio de los españoles. A la Gaitana por ser mujer no la convocó. Añasco hizo quemar vivo al príncipe por su desobediencia. Ante eso, cuentan algunos historiadores, que la Cacica llena de dolor e ira, organizó un ejército que luego llegó a tener más de 15.000 hombres, que enfrentó a los españoles por más de una década, el mismo que capturó a Añasco. En venganza la Cacica le sacó los ojos, lo descuartizó y repartió su carne entre los indios para que la consumieran entre todos. Finalmente, los huesos del español fueron calcinados y esas cenizas arrojadas al río. En el siglo 17 aquel pueblo, cuyo corazón geográfico está enclavado en Tierradentro, departamento del Cauca, fue derrotado militarmente, mas nunca diezmado. Es un pueblo dignamente vivo y actuante.
Después de tamaña tragedia histórica incluso para españoles, lo positivo es ser capaces de aprovechar de lo forjado por el pueblo Nasa, en cuanto a su capacidad de organizarse con enorme disciplina comunitaria, con una fuerte obediencia y respeto a la decisión que opten en asamblea comunitaria, como lo demostró en la minga marchante. Continuar enfrentando a los indígenas caucanos no es consecuente con la necesidad de sumar con ellos en la construcción de una nueva economía mucho más aterrizada a la solución para todos.