Reforma política regresiva

Columna de opinión

Por: Sebastián Silva-Iragorri

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amás soñaron los militantes del tan promocionado “cambio” que este consistiría, en materia política, en un auténtico regreso al pasado más clientelista y politizado de nuestra historia. Creo que una reforma política debería ser aprobada bajo el convencimiento de sus bondades y por un amplio consenso nacional. Acá se ha hecho al revés, los congresistas la han impuesto al gobierno bajo la condición de apoyar el resto de su agenda legislativa. Esto no es ninguna renovación, ni asomo de cambio, es clientelismo puro y simple, negociación electoral entre poderes y favorecimiento exclusivo a la clase parlamentaria.

Esta reforma política siguiendo los lineamientos del actual gobierno nacional de regresar a lo público, aspira volver a un Estado administrador de servicios, retornando así a un pasado superado. Ahora habrá crecimiento y gigantismo estatal, incluso van a tramitar nuevos ministerios entre ellos uno inocuo llamado de la igualdad, como si la igualdad se obtuviera con burocracia retórica.

Con estos aspectos de estatismo se están orientando también las reformas a la salud y al régimen pensional.                                                                                                                                                                                     

No estoy de acuerdo con las listas cerradas obligatorias que servirán para montar al interior de los partidos unas maquinarias feroces que colocarán a la cabeza a alguien decorativo, de mostrar, que arrastre y hacia abajo entrarán politiqueros agazapados en su interior.

El transfuguismo quiere regresar. Dirigentes de un partido se podrán pasar de una colectividad a otra por diversas motivaciones y circunstancias, sin nada de ideología, solo movidos por intereses personales y mecánica electoral.

Parlamentarios podrían ser ministros. Nefasta práctica ya abolida, que ahora asoma nuevamente la cabeza para poder jugar a las transacciones, a las componendas regionales y votaciones arregladas, a los premios a titulares y suplentes y a imposiciones con el anzuelo del cargo oficial. 

Tampoco estoy de acuerdo con sistemas paritarios en las listas entre hombres y mujeres. Las figuraciones se ganan con méritos, capacidades y servicios. Si hay un grupo superior de mujeres con valores, talentos y preparación pues que integren mayoritariamente o en números iguales las listas, sin imposiciones.

La financiación debe ser toda estatal, es la única forma de controlar la entrada de recursos y combatir la violación de topes y el ocultamiento de ingresos, además se evita que las entregas de auxilios privados de conglomerados económicos hipotequen la voluntad del elegido.

Hay que consagrar más controles sobre el tráfico de influencias y no aflojar en las investigaciones.

El periodo de los Congresistas debe contar con una sola posibilidad de reelección, es la única forma de alternar liderazgos y obtener auténtica renovación política.

Podemos ensayar el voto obligatorio solo por un corto periodo de años como forma de enseñar y acostumbrar a sufragar a todos los ciudadanos y así romper el voto cautivo de las maquinarias. Después se podrían diseñar estímulos al voto constituyéndolo en paz y salvo preferente para trabajar o contratar con el Estado. 

No me convence una Procuraduría limitada frente a funcionarios elegidos, quienes así lograrían impunidad y evitarían investigaciones del órgano de control que representa el poder para mantener la ética en el ejercicio de funciones públicas.

Muchos dirán hoy que están frustrados pues querían un Congreso más pequeño, con menores remuneraciones y privilegios. La reforma política en trámite no llena sus aspiraciones, no representa cambio alguno, es un retroceso a las prácticas de la vieja politiquería clientelista, que se iba superando en parte, pero que ahora quiere regresar con fuerza, disfrazada de “cambio” y con dominio del trasegar político, que debería ser ejemplar y transparente para ayudar a conducir a la Nación hacia metas de desarrollo en todos sus campos.

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