Columna de opinión
Por: HORACIO DORADO GÓMEZ – [email protected]
Con la proximidad de las fechas navideñas, retomo el tema de la peatonalización. El amor por mi ciudad, me mueve a machacar sobre lo que hoy, se ha convertido en una necesidad muy sentida en Popayán. Desde luego, este tipo de situaciones generan las reacciones más variadas; desde la aceptación absoluta, hasta el mayor de los rechazos.
Durante los últimos días se escuchan comentarios en corrillos callejeros, y mentideros de detractores para todos los gustos, entre otros: “que el parque de Caldas lo volvieron una sancochería”; “que cerrar el centro histórico perjudica a los comerciantes legales”; “que la peatonalización favorece la informalidad”; que la “sala de recibo” es una vergüenza¸ “que el marco central no tiene un estatuto para su manejo”; “que el parque de Caldas con carpas, caballos, mulas y mercaderías volvió al año 1920” …
Aunque sin datos actualizados sobre los vendedores callejeros, todo apunta a que siguen posesionándose y en aumento, sin permitir el tránsito libre por las aceras a los peatones, debiendo hacerlo por las calles invadidas de automotores con alto riesgo para su humanidad. Y claro, los vendedores ambulantes, son los más entusiasmados con la peatonalización de las hidalgas calles, porque el problema no es ellos, sino los que compran. Sostienen que, si “piedras sacan a la venta, piedras se venden”.
En verdad, cada vez, es más necesaria la peatonalización del casco histórico de Popayán. Hay que destronar al vehículo automotor como el rey de la ciudad e imponer organización a los vendedores ambulantes para dejar más espacio al peatón, al turista, al ciclista, reduciendo la contaminación, creando oportunidades que permitan tejer nuevas y más estrechas relaciones entre los habitantes de esta hermosa ciudad. Qué tal si institucionalizan “la Popayán de 15 minutos”, para que, mediante desplazamientos cortos, se pudiera reducir los trayectos de a pie o en bicicleta. Que pudiéramos llegar al sitio de trabajo, a los bancos, a la escuela, a la universidad, reutilizando las bellas casonas, hoy convertidas en pequeños ventorrillos con fines comerciales.
Como están las cosas hoy, no hay coordinación ni acción. Las secretarias de gobierno y tránsito están desarticuladas con los comerciantes formales e informales, y, con los vecinos que aún viven en el centro de la ciudad, dándole así, la razón a los detractores del alcalde. No es que lleguen tarde a controlar el problema, sino que es una contrariedad que amenaza con desbordarse si no se hace algo de manera eficiente.
En Popayán, aún existe la creencia de que el vehículo es símbolo de ascensión y “status” social; en tanto que, el humoso transporte colectivo, es un medio inseguro, sucio, contaminante, poco eficiente, mal sincronizado y peligroso. En fin, pasamos por un problema cultural, porque cambiar los hábitos de una sociedad, siempre será complicado. Cierto, porque a un número importante de ciudadanos, de manera habitual le gusta, llegar en carro hasta la puerta de su destino.
Concluyendo, urge la transformación hacia una ciudad más eficiente, más limpia y menos contaminada. La solución, está en manos de todos, desde la alcaldía hasta en cada uno de nosotros. Tomar conciencia para desplazarnos dentro de la ciudad es una de las formas de colaborar como parte del problema.
Civilidad: Es necesario estudiar detenidamente los flujos de movilidad existentes para que la peatonalización propuesta mejore el entorno.