Columna de opinión
Por: Eduardo Nates
En un editorial de la semana antepasada, este periódico recogió una enorme inconformidad latente en el suroccidente del país, entre la gente que tiene que usar y desplazarse por la vía panamericana que atraviesa este departamento en sentido norte sur y viceversa. Corresponde hacerle un seguimiento estricto a esta situación, que se ha convertido en un perjuicio incalculable para los usuarios, los transportadores de pasajeros y carga y, en general, para todos los habitantes de la región.
Es inadmisible que para recorrer los 83 kilómetros que separan el casco urbano de El Bordo (cabecera municipal de Patía) del puente elevado del sur (en el cruce de la variante de la Panamericana por Popayán), haya que gastarse, como mínimo ¡cuatro horas de viaje! en un vehículo particular… Ni qué decir entonces de lo que puedan demorarse los vehículos de pasajeros y peor aún los de transporte de carga pesada. Y dado que es un tema reiterativo de quien esta columna escribe el reclamar la construcción de la variante Timbío-Estanquillo, en esta oportunidad reforzaré la petición, pero desde otro flanco: Voy a declararme resignado al abandono en que nos toca vivir, respecto a esta necesidad vial y a referirme a la imprevisión absurda que están mostrando quienes tienen a su cargo el contrato de las reparaciones que sistemáticamente hay que aplicarle a esta carretera por estar construida justamente encima de la falla geológica conocida como “Falla Romeral”. Me refiero específicamente al INVIAS o a la Agencia Nacional de Infraestructura ANI, a los contratistas ejecutores y a la interventoría de las obras, para cuestionar el desatinado y atrabiliario manejo de los horarios de ejecución de los trabajos, así como el disparatado control de los tiempos del famoso mecanismo: “Pare y Siga”. Soy usuario semanal de esa vía y me ha tocado sufrir toda clase de demoras, como “caer” en 3 detenciones obligadas en el mismo viaje, cada una de ellas de más o menos una hora. Es decir: 2 horas rodando y cerca de tres horas parado, esperando. Y si a esta ecuación de tiempo le agregamos una hora que se gasta en los 15 kilómetros de la variante, entre los dos extremos (los dos puentes) de esta vía, -que ya es una calle más de la ciudad, (con semáforos y pares)- podemos estar hablando de cerca de ¡6 horas para recorrer menos de 100 kilómetros!! ¿Es lógico?
Parece ser que les produce satisfacción, o no les importa paralizar el suroccidente del país (por no decir el extremo norte de Suramérica… Al fin y al cabo, la carretera es “panamericana”). Me resisto a creer que no pueda exigirse a los contratistas de una obra de tal importancia, una programación técnicamente diseñada de los horarios de trabajo. Y más aún. Es imposible que no exista la posibilidad de ejecutar trabajos nocturnos, horas en que el tráfico es muy reducido. A este nivel del avance tecnológico no hay nada que lo impida. ¿Por qué en otros países -más atrasados y/o más adelantados que el nuestro- sí se puede? No creo que el argumento pueda ser el costo del trabajo nocturno pues el sobrecosto de la parálisis y la pérdida de tiempo en el transporte comercial y de pasajeros que causan los trancones, supera con creces cualquier costo técnico.
Y ya que estamos en este tema, agreguemos, una vez más, el caos del tráfico urbano en Popayán. ¡Es cierto que se están haciendo algunas obras! Pero, al igual que en la circunstancia anterior, me resisto a creer que no pueda formularse una planeación y programación técnicamente diseñada de trabajo nocturno, que evite ese “viacrucis” diario en que se ha convertido transitar por la ciudad. Dada la “arcaica” o “prehistórica” red vial urbana de Popayán, en la cual hacen falta muchas calles, calzadas y avenidas que contribuyan a desatrancar el insoportable tráfico urbano, les va a tocar estrujarse la imaginación a los funcionarios de los diversos despachos que concurren a este problema (Infraestructura, Planeación y tránsito), que tienen bajo su responsabilidad estas obras, para buscar la forma de maltratar menos a la ciudadanía, en su discurrir diario.