Columna de opinión
Por: Giselle Delgado
giseladelgadotejada@gmail .com
No recuerdo mucho de mi nacimiento, solo sé de mí, lo que me pueden contar, poco a poco comencé a descubrir una mirada tierna, mirada que me daba fuerza, me imagino que sentía miedo, era solo un bebe. Brazos cálidos me protegían contra un mundo adverso al cual estaba predestinado; pero por razones aún no resueltas mi llegada a este mundo cambio. Tenía una familia que me alimentó con risas , cantos y cuentos infantiles, comencé a caminar y de la mano de mis padres y me hermana poco a poco perdí el miedo, entonces me volví intrépido y me atreví a dar pasos más largos quizá con metas pequeñas pero con dimensiones indefinidas, luego vinieron los sonidos, el primero fue un gugu, eso les pareció a ellos, mi familia la máxima proeza, era mi primer intento de hablar. Crecí entre abrazos y fiestas de cumpleaños, regalos de colores, caricias, palabras de amor. Así fui conociendo el mundo encantador hasta que una noche llegó una mujer desconocida a mi casa su aspecto déspota me produjo miedo, iba tapada, su rostro mostraba desconfianza, sentí mucho miedo. Aquella mujer iba por mi. Supuestamente debía defender mis derechos.
Lo que le cuento es prematuro, quizá alguien está haciendo este relato por mí, lloré mucho me metí entre la falda de mi madre y sentí que mi padre al igual que mi hermana eran superhéroes y que yo estaría a salvo. Pero aquí comienza la historia de alguien que no tiene voz ni voto por ser infante, nadie me pregunta cómo me siento, pues están convencidos que los niños no tenemos uso de razón. según la sociedad es el Estado el que nos debe proteger.
Soy hijo adoptivo y esto cambió lo que podría haber sido una trágica historia, hoy ya tengo 5 años y medio y una familia a la que amo, que me ha cuidado y protegido. Pero un sabio señor con poder, porque pertenece a una de esas tantas instituciones que creen poseer la verdad absoluta ha decidido que mi tiempo en el hogar de fantasía ha terminado y por tanto me deben llevar a otro núcleo familiar, afirma que mis actuales padres adoptivos están viejos, como si esto no fuera una ventaja pues han tenido la experiencia para hacerme sentir como hijo propio. ¿Qué más sabiduría?
El ICBF del Cauca, una de las peores instituciones que tiene nuestra Colombia y que está plagada de vicios, corrupción y muchos otros defectos más, cree que por ser Matías un infante se le debe desconocer el derecho a permanecer en lo que él siente como su hogar. No hay nada peor que un mediocre con poder y, es lo que es el director del ICBF quien afirma que así sea el Presidente Petro el que intervenga: por encima de lo humano está lo administrativo.
Como Petrista que soy y dado que he tenido la posibilidad de ver al niño como paciente, le solicito a la política del cambio que intervenga no sólo en este caso sino en la perversa institución, y me atrevo a responsabilizar a la entidad por el futuro del infante o un intento contra su vida.
Solicito que la oficina de prensa de Presidencia de la República de a conocer esta columna a la Ministra Carolina Corcho, a Nuestra primera Dama Verónica Alcocer y por supuesto a la nueva directora del ICBF a quien se le solicita el carácter para no dejarse manipular de tan mediocres funcionarios.
Todos en defensa del derecho de Matías.