Filosofía de lo imposible e inaceptable

Columna de opinión

Por: Javier Orlando Muñoz Bastidas

Es muy posible que el platonismo y el romanticismo hayan influido en formar la imagen auto-destructiva del escritor. El primero por dos motivos: para el platonismo el poeta era un inspirado por la divinidad, que no tenía la capacidad de dar cuenta de aquello que escribía, el poeta era un mensajero de lo divino; pero el poeta era también aquel que podía hacer pasar por verdadero algo que era falso, por lo que se lo debía expulsar del Estado ideal. El segundo porque en su definición el romanticismo es una tensión irresoluble entre lo real y lo ideal, algo que en la mayoría de las veces lleva a la desesperación. Hasta aquí podríamos afirmar que el planteamiento está claro. El problema está cuando lo anterior se asume inadecuadamente, transformándolo en un proyecto de vida destructivo. Es decir: el artista, que es un elegido por la divinidad, tiene una tensión interna que no le permite soportar la realidad y lo lleva a una inminente auto-destrucción. La conciencia del extrañamiento hace que el artista se destruya.

Pero esa imagen del escritor es banal cuando se convierte en una pose o cuando el proceso de auto-destrucción es el resultado de algo diferente a la sensibilidad creadora. En el platonismo hay una afirmación de la obra de arte como expresión sensible de la verdad. En el romanticismo está la conciencia de una tensión infinita, pero también de un “tender” infinito hacia lo ideal. Por lo que la imagen de un escritor auto-destructivo es una mala lectura de lo uno y de lo otro. También hay que tener en cuenta que la sociedad del espectáculo saca provecho económico de esa imagen auto-destructiva del escritor: Bukowski ebrio, Pizarnik suicida, Bolaño arruinado.

¿Es este el destino de los creadores? La verdad es que no. La función superior del arte es contraria, consiste en crear formas cada vez mejores de lo humano y de la realidad. Es muy cierto que la función del arte consiste en permitir que ingrese un poco de caos renovador, pero es aún más cierto que ese caos debe ser controlado en la forma de la belleza y la perfección. El arte consiste en expresar el caos en formas bellas. Para esa expresión en lo bello se necesita todo lo contrario de un proceso auto-destructivo, se requiere un disciplinamiento extremo. Rigor implacable. Solamente en ese punto el caos puede renovar y no destruir. Quien se destruye es porque todavía no está lo suficientemente fuerte y dispuesto para asumir la fuerza renovadora del caos.

Se sabe que Kafka trabajaba durante el día como asistente en una oficina de abogados, pero que toda la noche se dedicaba a la escritura. Mishima tenía un horario estricto de escritura que nunca dejaba de cumplir, a pesar de sus múltiples ocupaciones y compromisos. García Márquez lo dejó todo para dedicarse a escribir durante dieciocho meses “Cien años de soledad”. Uno de los casos más interesantes de disciplina es el de Murakami: este escritor afirmar que él comprendió que si quería convertirse en escritor, tenía que cambiar radicalmente su estilo de vida, por lo que decidió empezar a practicar atletismo; Murakami empezó a correr para adquirir la disciplina necesaria que le permitiera escribir. Rilke decidió refugiarse en un castillo alejado del mundo, para poder escribir su poesía.

El artista es el elegido de los Dioses, pero lo que nadie sabe es que los Dioses son siempre rigurosos.

¡Escribir es resistir! ¡Gracias!

2 comentarios sobre «Filosofía de lo imposible e inaceptable»

  1. Muy interesante artículo. De acuerdo para crear se debe asumir el caos, vivir con él. Vivir en él.Sin embargo, cabe la posibilidad de la muerte como expresión de un retorno a la grandeza del caos, cómo medio de jubiló y gozo para abrazar la Gran Vida o terminar un insoportable sufrir.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *