El desafío de la ejecución

Columna de opinión

Por: Sebastián Silva-Iragorri

L

os que hemos gerenciado y liderado entidades, instituciones y empresas sabemos muy bien que una de las grandes dificultades está en la concreta ejecución de las obras, programas o desarrollos de políticas. La planeación es clave en todo proyecto, con ajustes y revisión de procedimientos y observancia de todas las normas con el objetivo principal de llegar a una correcta ejecución que es el resultado final de impacto. En todo el proceso se van cruzando pólizas, consultas, licencias y las infaltables tutelas, acciones populares o denuncias y además demandas de opositores o de quienes no ganaron la licitación o no fueron seleccionados por disposición libre o urgente de la contratación.

Todo este andamiaje hay que superarlo, escaño por escaño, bajo la observación y la lupa  de todas la entidades de control, las diversas auditorías nacionales y regionales, la procuraduría, las revisorías fiscales, las auditorías externas, las ONG en vigilancia permanente, las veedurías ciudadanas y el control interno de la entidades para que después de este memorable ejercicio de revisiones pisemos el terreno de la ejecución desde donde pronto surgen necesidades de adiciones en plazo y valor, ocurren vencimientos de pólizas, declaración de caducidades y la lucha contra la corrupción. A veces es dolorosa esta ruta de las obras por los retrasos, los aplazamientos, los encuentros sorpresas, los nuevos decretos y reglamentaciones que se van atravesando en todo el camino hasta el final de la ejecución. 

Antes no había internet, ni redes sociales, ni consejerías, ni acceso fácil a las fuentes de datos y así los propósitos se dificultaban por las fallas o faltas de comunicación, hoy en la era tecnológica no deberían existir disculpas para avanzar.

Recuerdo desde muy joven escuchar, en la posesión de casi todos los gobernadores de nuestra región, los mejores deseos para llegar a la costa caucana por carretera, realizar la variante Timbío el Estanquillo, lograr la represa de Julumito y la de Gurumendi. Recuerdo también que el gran anhelo en nuestras giras políticas por la geografía caucana era poder arribar algún día a Bolívar, a Inzá, a la Vega o San Sebastián por carreteras pavimentadas y anhelábamos registrar las noticias de la energía permanente en Guapi y el agua por 24 horas en el Bordo. Difíciles situaciones que en muchos casos ya fueron superadas y se lograron las soluciones para beneficio de sus pobladores. Un último ejemplo fue la larga batalla de obstáculos que el gobierno nacional anterior enfrentó y superó para celebrar el Acta de inicio de la doble calzada Santander de Quilichao-Popayán. 

Siempre he estado del lado de los ejecutores, de quienes hacen las obras y no de los retóricos que solo logran impactos en los auditorios bajo palabras adornadas con luces de tramoya y sin reales sustentos de ejecución. 

Cuando fui Vicepresidente Nacional del Banco Agrario logré con orden y seguimiento la contratación para reconstruir las 11 sedes que en nuestro departamento habían sido destruidas o averiadas por ataques guerrilleros. Este fue un esfuerzo exitoso. 

Queremos que los funcionarios públicos en lugar de andar publicitándose y dando declaraciones vacilantes que confunden a los ciudadanos se dedicaran juiciosamente a realizar las obras y así poder llegar algún día a la costa pacífica caucana por carretera, transitar la tan estudiada variante Timbío el Estanquillo y gozar de la energía del Salto de Gurumendi y de Julumito. El difícil y dispendioso trabajo de ejecutar debe ser el signo de esta época de tecnología y comunicaciones. Ese es el reto actual y futuro de nuestros gobernantes en todos los niveles para bien de la Patria y sus regiones. 

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