Columna de opinión
Por: Víctor Paz Otero
Hay conceptos, nociones, categorías o significados que parecen tener una recurrente y cíclica resurrección o nuevas presencias en los aconteceres de la historia y en los flujos siempre cambiantes y contradictorios que cristalizan en la expresión del pensamiento filosófico. El NIHILISMO es uno de ellos.
En una época ya muy distante de la nuestra, el termino fue utilizado, tal vez por primera vez, para designar y satanizar a los herejes cristianos durante la larga y oscura noche que conocemos como el tiempo de la edad media.
Nihilismo es un termino que proviene del latín, donde significa nada. Desde siempre se ha usado en forma peyorativa y en todos esos usos se lo asocia con lo negativo, con lo peligroso y lo destructivo. Nihilista es el que no cree en nada. El que siente o expresa una profunda y visceral indiferencia por los valores que pueden surgir en la historia, en la vida o en la cultura para darle sentidos y objetivos a la existencia humana.
Se considera el nihilismo como la expresión de una ideología radical, que muchas veces se la asocia con el mas puro escepticismo en los universos de la filosofía y como una especie de anarquismo irracional y fanático cuando se lo considera en la dimensión de lo político.
Como de preguntarse si nuestro nadaísmo colombiano, fue heredero de esas designaciones oprobiosas y descalificadoras, que lo equipararon con lo blasfemo, con lo prohibido, o con lo políticamente incorrecto.
En tiempos mas recientes las deslumbrantes especulaciones de Federico Nietzsche colocaron la problemática del nihilismo en el centro de las preocupaciones más profundas y angustiosas para enfrentar y comprender el dramático acontecer de la cultura y del pensamiento occidental. Nietzsche profetizo y definió el nihilismo como “ese huésped inquietante” que acabaría desmantelando todas las estructuras morales y mentales que habían sostenido y alimentado el andamiaje metafísico de la cultura occidental, antes de que aconteciera la muerte de Dios, muerte que el mismo Nietzsche se encargó de proclamar a los cuatro vientos con su voz sonora y portentosa de poeta alucinado y visionario que vislumbró lo que seria la futura historia del proyecto humano.
Nietzsche categorizo el nihilismo como: “la desvalorización de todos los valores” Lo juzgo como una forma de reacción contra la actitud que había sustituido los valores vitales fundados en los instintos como los únicos legítimamente válidos, por valores religiosos y morales predicados por el cristianismo y por la forma tradicional del pensar filosófico, que era lo que a juicio del filósofo había conducido a la degradación y al empobrecimiento de la vida.
Para el filósofo alemán, o el heredero de Zaratustra, o el predicador de la futura llegada del superhombre, la decadencia de los valores tradicionales había contribuido de manera significativa para el advenimiento y el despliegue del nihilismo dentro del amplio universo de la cultura occidental.
No cabe duda, que hoy más que en ninguna otra época, nuestra cultura planetaria se encuentra preñada e inoculada de la ideología y de la vivencia nihilista. Ya casi nadie puede ni quiere creer en nada. Hoy día todos los valores morales y vitales parece que se hubieran evaporado. Existen como una autentica y desmesurada ausencia de legítimos y auténticos valores humanos. Solo existen precios para todas las cosas. Precios que sustituyen los valores. De ahí surgen y se fortalecen las mas aterradoras e inquietantes crisis que hoy caracterizan la artificialidad y la banalidad de la cultura humana. Por todo esto el nihilismo también significa y expresa que ya no existe una verdad, ese mismo nihilismo se ha encargado de darle muerte.
Una también extendida forma de pensar la realidad de la historia y del a cultura contemporánea tiende generalmente a comprenderla solo en términos y en perspectivas de crisis económicas, sociales y políticas y casi nunca se la menciona en términos de crisis espiritual. El nihilismo seria un buen instrumento conceptual para abordar la profundidad de esa crisis en términos de crisis espiritual y filosófica. Pero claro que solamente imaginando que el espíritu no haya sido asesinado o expulsado para siempre de la realidad humana, lo que puede ser cierto y posible como comprobación del poder disolutivo de ese mismo nihilismo que ahora prevalece.