El debate sobre el discurso de Petro

Columna de opinión

Por: Harold Mosquera Rivas

D

e los discursos pronunciados por presidentes colombianos ante la Organización de las Naciones Unidas, sobre la política antidrogas, recuerdo como destacados los que hicieron en su momento Ernesto Samper y Juan Manuel Santos. Sin embargo, la disertación realizada por el Presidente Petro en esta semana, además de convulsionar el ambiente político nacional, pasará a la historia, por la sinceridad y fortaleza con que se dirigió, en primera instancia a las grandes potencias del mundo, en especial las de América del Norte y en segundo lugar a los países latinoamericanos, convocando a la unión en el propósito de cambiar la política antidrogas, defender nuestros recursos naturales y enfrentar de manera decidida el cambio climático. 

Poca o ninguna atención le van a prestar las grandes potencias, pues no es con discursos que vamos a cambiar el mundo. Recordemos que, a pesar de ser considerados entre los mejores oradores de todos los tiempos, Gandhi, Luther King y Mandela, lograron cambiar las realidades que enfrentaron en sus tiempos, por acciones decididas, que acompañaron con sus maravillosos discursos y sus gestas libertarias tuvieron como sustento las acciones, de desobediencia civil, de marchas multitudinarias y de huelgas, para conseguir doblegar a sus opositores, sin contar con las armas que estos últimos tenían para enfrentarlos.  

Quienes hacen oposición al presidente Petro, señalan que el discurso fue desastroso, que traerá consecuencias funestar para el país, en especial en lo atinente a la ayuda que se recibe de los Estados Unidos, mientras que, los seguidores del presidente celebran con bombos y platillos que por fin hay un gobernante que no tiene rodilleras a la hora de dirigirse al gobierno norteamericano. 

Es necesario que haya coherencia entre la fuerza del discurso de nuestro gobernante y las acciones que su equipo emprenda en procura de empezar el proceso de cambio al que convoca su discurso. En lo personal, sentí emoción de ver en ese foro mundial a un compatriota colombiano hablando con elocuencia, sin consultar escritos previos, como si se hubiera preparado toda la vida para dar ese discurso, utilizando expresiones de connotación poética y de profundo contenido humano. 

Fue sincero en casi todo cuanto dijo y eso no ha sido una costumbre en las naciones unidas, donde se calcula cada palabra y se piensa cada frase, a efecto de evitar desatar la ira de quienes se consideran los dueños del destino del planeta. Cada día del gobierno Petro traerá las discusiones propias de un país polarizado, quienes ayer celebraban los discursos y las decisiones de los gobiernos de derecha, hoy deben, desde la orilla de la oposición, censurar el quehacer de la izquierda gobernante, mientras que, los críticos de ayer, deben ser los defensores del nuevo gobierno. Eso es lo que debe suceder en cualquier democracia, así resulte extraño el cambio de rol de los principales actores de la política nacional.

Esperemos que, al Departamento del Cauca, con todos los problemas sociales que nos aquejan, lleguen pronto las acciones que permitan empezar a aliviar nuestras penas, más allá de los discursos maravillosos.

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