Pronto terminará el período constitucional para el que fue elegido el actual Concejo de Popayán y, lo mismo que ha ocurrido en anteriores oportunidades con quienes los antecedieron en tales dignidades a lo largo de los últimos cincuenta años, sus resultados y ejecutorias dejan mucho que desear. Claro está que si individualizamos a los integrantes actuales, no tendríamos que generalizar. Sin duda alguna -son minoría-, hay varios corporados locales que sobresalen de este grupo actual.
Pero para contextualizar en este tema tendríamos que decir que hace años que los Concejos Municipales del país fueron invadidos por nefastas costumbres y vergonzosos procederes y usos de los que no se salvan la representación de la corporación local. En su seno el orden de las cosas trocó y lo fundamental dejó de ser trabajar por el mejoramiento de la calidad de vida de quienes habitan el municipio, se hizo a un lado el buscar los mejores rumbos para la colectividad y se dedicaron todos los alientos a lograr formar parte de la mayoría que apoya al alcalde de turno, para poder gozar de las deformidades de nuestra democracia: participar en el reparto de cuotas burocráticas, lograr que a validos suyos (“clientes” de barrios y comunas) les adjudiquen contratos, conseguir mendrugos del presupuesto, en fin, aquello que en lenguaje coloquial los colombianos de hoy llaman “participar del reparto de la mermelada”.
Si lo anterior no lo logra un concejal, si considera que lo que ocurre en la trastienda del poder local avergüenza y hace oposición al alcalde de turno, es arrojado a los infiernos, los funcionarios administrativos no lo reciben en sus despachos, sus solicitudes no se tramitan y la “clientela electoral” corre tras otro concejal al que sí le repartan “mermelada”.
Ese proceder tiene herida de muerte a la democracia a nivel municipal y regional y las consecuencias son desastrosas. El municipio no marcha, pues el dedicarse a los usos y procederes viciosos, a atender “clientela electoral”, copa la mayor parte del tiempo de todo el aparato gubernamental.
En esta época se ven, oyen y leen pautas publicitarias que hablan de las bondades y realizaciones de concejales que aspiran a su reelección o pujan por cargos de más prestancia administrativa; inclusive lo hacen aquellos corporados que pasaron con más pena que gloria por la dependencia, con mínima voz, mínima presencia con la comunidad o mínima expresión en el recinto local, aprovechan la variedad de la publicidad para mostrarse como grandes gestores y acompañantes de la ciudadanía, a sabiendas que solo llegaron a la curul para -literalmente- calentar silla. Tales anuncios y propaganda encubren lo realmente hecho por quienes aspiran a su reelección en el Concejo.
Los resultados y ejecutorias del actual Concejo Municipal de Popayán dejan bastante que desear. No más recordemos que hasta ahora no han sacado adelante alguna acción que favorezca el proceso de estampillar recursos a favor de los ancianatos; le dieron continuidad al contrato privado para el manejo del alumbrado público; poca voz alzaron contra la controvertida actualización de la estratificación, entre otras actuaciones que más bien generaron desconcierto entre la ciudadanía.
Así pues que tal corporación pública es cual un buey cansado que prepara deficientemente la tierra y por eso sus frutos son de mala calidad. Flaco es su balance general de fin de período constitucional, a pesar eso sí, de una minoría que poco pudo hacer ante la arremetida del pupitrazo escogido para decidir por la mayoría.