Diez propuestas para aplicar

Columna de opinión

Por: Hugo Cosme Vargas – 

U

na de las razones para no votar por mi colega Rodolfo Hernández era su incapacidad para opinar sobre cualquier tema distinto a la corrupción que reina en Colombia. Cualquier pregunta que le hacían desembocaba en ese tema, que parecía conocer y además le daba votos. No me lo imaginaba representándonos medianamente bien ante los gobiernos extranjeros o en las conferencias mundiales o ante los organismos multilaterales, algo que definitivamente debe mirar cualquier elector antes de sufragar. No así sucedía con el otro candidato, quien dictaba cátedra con cualquier motivo, dándonos la seguridad de poder tener voz los colombianos, en todos los escenarios de la política internacional. Y así está sucediendo.

Recientemente, en la cumbre climática COP27, nuestro presidente se hizo sentir ante el mundo con un decálogo de propuestas, simples en su redacción, cortas en su enunciado, pero profundas en su significado. Y, claro, sus opositores enceguecidos por los odios políticos han aprovechado esta coyuntura para señalarlo simplistamente como la causa del alto valor del dólar o del precio de la acción de Ecopetrol o del desinterés de empresas extranjeras en invertir en la economía colombiana, sin poder esgrimir hasta el momento una sola razón convincente. Al contrario, si pensáramos de verdad en querer conservar nuestro planeta tierra como casa de nuestros hijos o de sus hijos, nada más sensato que lo que dijo Gustavo Petro en la COP27.

El problema de fondo es el aumento de temperatura en la tierra, algo que es muy fácil de medir y también de predecir. Los científicos del medio ambiente decidieron empezar a comparar las temperaturas del aire que circunda las superficies terrestres, con la temperatura que existió por allá en 1850, antes de que empezara la era industrial en este planeta. Y resulta que ya vamos en un aumento de 1.5 grados centígrados, y si seguimos como vamos, en 2050 habrá aumentado 2.0 grados y en 2100, 2.5 grados. Y este incremento será suficiente para volver invivible la Tierra, es decir que el hombre y la mujer desaparecerán de la faz del planeta, y la Tierra seguirá dando vueltas en su órbita, pero ya no habrá vida en su superficie, como sucede con los otros planetas que conocemos. ¿Será que hay que explicarlo con plastilina para que lo entendamos?

Ante esta gran verdad, que está soportada en estudios emprendidos por grandes científicos, no debería haber hoy nada más importante en el mundo, que frenar el calentamiento global, pero ya, porque no tenemos más tiempo. ¿Seremos tan egoístas en la humanidad, para querer ser parte de las últimas generaciones en la Tierra?

Sin pertenecer a su partido político puedo decir que cuando nuestro presidente pide al mundo detener la economía del carbón y el petróleo, y pasar pronto a una economía descarbonizada, valorizando sus ramas y desfinanciando los hidrocarburos, tiene razón. Cuando convoca a una inmediata movilización de la humanidad, para enfrentar la crisis climática, le cabe la razón. Cuando pide el aporte mundial para salvar la selva amazónica, también tiene razón. Y cuando llama a la paz para que la guerra no le reste tiempo a la vida de la humanidad, vuelve a tener la razón. ¡Ojalá lo escuchen!

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