Columna de opinión
Por: Danilo Reinaldo Vivas Ramos – [email protected]
El proceso de aprobación de la Reforma Tributaria ha entrado en un clímax de discusión y debate intenso, a veces visceral, el cual, como en todas las reformas tributarias de gobiernos anteriores, está acompañado de todo tipo de lecturas y conjeturas por parte de los actores que, de una u otra forma, se ven afectados, los que, a través de sus representantes gremiales, empresariales, sociales y políticos se plantean en los distintos escenarios de actuación y de la sociedad en general, a fin de concitar el apoyo ciudadano para que el Congreso de la República recoja sus aspiraciones y expectativas, muchas veces sin alcanzar a dimensionar los impactos y efectos que se puedan generar para el país, a pesar de que sus posturas están asociadas a la defensa de los más ‘sagrados’ intereses nacionales.
A pesar de los avances logrados, tanto en los grupos de interés y en la sociedad, con el liderazgo del Ministro de Hacienda, en los procesos de aprobación del proyecto de Reforma Tributaria, llevaron a que en Primer Debate se le diera la bendición, quedando para el Segundo varios artículos que requieren mayor concertación, momento culminar para volver realidad el mencionado proyecto de ley.
Ante el actual proceso de aprobación de la Reforma Tributaria que, desde el otro día de su posesión, el actual presidente la presentó al país y al Congreso advirtiendo de su necesidad, bajo la premisa de que para lograr sus propósitos de gobierno y que concitó el apoyo mayoritario de los electores, se requieren más y mejores inversiones en tres aspectos centrales para lograr los cambios y transformaciones requeridos: la Justicia Ambiental, la Justicia Social y la Paz Total, so pena de que al no lograrse muchas de las propuestas no se puedan cumplir a cabalidad, tal que no alcancen a impactar positivamente el nivel de desarrollo económico y social que logren revertir los agudos niveles de inequidad, pobreza y exclusión sobre amplios sectores de la población colombiana, de manera particular, el sector rural y esa Colombia profunda que, en no pocas ocasiones, se desconoce o se trata de desconocer, desde el estado de confort en que muchos nacionales viven.
De no lograse el recaudo previsto de 25 Billones de pesos, el proceso de construcción del Plan Nacional de Desarrollo, a través de los Diálogos Regionales con carácter vinculante, instrumento valioso de participación para unos, mientras que para otros no es más que ‘un canto a la bandera’, se verá sustancialmente afectado y comprometiendo grandes temas que surjan, preparándose un camino hacia la frustración, quizá a lo que sus detractores le están apostando, esgrimiendo argumentos débiles y coyunturales, sin ver el país en el mediano y lago plazo.
Estos procesos deben estar acompañados de una política macroeconómica responsable que, creo si se tiene, ha venido desdibujándose por los discursos ideologizados de funcionarios de alto nivel y de simpatizantes del actual proyecto político que rige los destinos del país, que vienen afectando los procesos de dialogo y concertación con los distintos actores sociales y económicos, a fin de profundizar el trabajo de diversificación de fuentes de recursos, incluyendo los relacionados con los sectores económicos extractivistas, sin desconocer que para mitigar los impactos ambientales derivados se debe avanzar en la generación de fuentes renovables que requieren tiempo y una mayor conciencia ciudadana, acompañadas de marcos jurídicos pertinentes para el desmonte de los primeros y estímulo para los segundos.
Esto no se logra de la noche a la mañana, actuar en contrario es cerrar la posibilidad de avanzar colectivamente como sociedad, por lo que hay que dejar a un lado el mesianismo característico de unos y otros, que no permite dimensionar el valor estratégico de trabajar juntos por el mejoramiento de las condiciones de vida de todos. Será el tiempo el factor revelador de los efectos de las presentes posiciones. En este proceso todos perderán un poco, incluyendo el gobierno y los gremios económicos, los que no pueden perder son los colombianos.