Columna de opinión
Gustavo Adolfo Constaín Ruales
Batman, el héroe de muchos niños, niñas, mujeres y hombres, tiene su cumpleaños: se celebra el tercer sábado de septiembre. Si existiera, tendría 83 años.
Bob Kane, uno de sus creadores, relató una vez que cuando era niño salía a las calles junto a sus amigos con bates de béisbol, pero no eran precisamente para jugar, sino que los usaban como defensa contra las pandillas. Así, poco a poco, imaginó a un justiciero solitario, y Bill Finger, su co-creador, lo convirtió en el mejor detective del mundo. El título de “mejor luchador en artes marciales” también lo sustenta.
Batman, igual a un hombre común, tomó la decisión máxima -la vida le hizo una jugada absurda cuando un delincuente mató a sus padres- al tener que elegir entre dos caminos: el fácil era volverse un perdedor, generalmente vicioso, y echarle la culpa de todo a los demás; el difícil, convertir su cuerpo, su mente y su alma en un arma mortal para evitar que otros pasaran por lo mismo.
Bruce Wayne -Bruno Díaz-, hizo de sí mismo una especie de templario, un iniciado, y logró convertirse en un símbolo, un mantra, una plegaria: eso vale más.
“El hombre murciélago”, debido a la lealtad con su causa, recibió de la vida dos obsequios, dos leales amigos: Robin, su fiel escudero, como Sancho Panza para Don Quijote, y Alfred, que se convirtió en el padre que nunca tuvo.
Un amigo científico y fan de los comics me dijo una vez que es posible que Stan Lee, Kane y Finger no crearan a estos personajes de su mente, sino que viajaran a otra dimensión y allí los conocieran en carne y hueso: tal vez ahí, en esa creación, La Providencia los tenga como la espada de su ira.
Creo en la cadena perpetua como método de castigo: es mejor que una muerte rápida y sin dolor. En muchos países, incluyendo a la patria, a estas “pobres almas” que han cometido crímenes atroces se les da casa por cárcel, rebaja de penas o hasta pueden llegar a altos cargos. Así, la ley de Dios sí existe, o la natural causa-efecto que nació de la primera. Los “avispados” no existen, si haces el mal se te devuelve, tal vez no sobre ti, pero sí sobre tus hijos, que es lo que más aprecias.
Hay mucha gente real comprometida como Batman en el orbe: no los vemos o escuchamos o leemos sobre ellos, porque lo que vende es el morbo. Tan necesarias son las noticias positivas para que no perdamos la fe en la humanidad.
En un universo donde “mis derechos” son primero, de deberes, trabajo duro y honesto, poco. Es tan fácil, tan fácil, destruir, dañar, lastimar, vandalizar, afirmar que “lo que los viejos hicieron no sirve”. Es tan difícil, tan difícil construir, formar, sembrar, recoger.
La leyenda del Caballero de La Noche crecerá para el bien de la industria de los comics y películas, pero sobre todo para los niños y niñas que, al menos, saben que, en algún lugar, los malvados sí tienen su castigo.
Batman, al igual que Kalimán, El Santo, Tamakún, Daredevil, Spirit, El Fantasma, prometieron no descansar jamás -saben que el crimen nunca duerme-.