¿Qué pasa con los cementerios?

Editorial

Por: Marco Antonio Valencia

L

os cementerios de nuestros pueblos se inauguraron a las afueras de la zona urbana, pero con el crecimiento y desarrollo de las cabeceras municipales, ahora, hacen parte de ella y prácticamente son un barrio más, generando problemas de medio ambiente e inseguridad –en algunos casos–.

En varios municipios desde hace rato líderes comunales y sacerdotes vienen pidiendo reubicar (u organizar otros espacios) para evadir o solucionar problemas de salud pública por las bacterias y lixiviados que liberan la descomposición de un cadáver a través del suelo y las aguas subterráneas. Incluso por olores no gratos.

Es común en las personerías, estaciones de policía, curias y alcaldías recibir quejas de las comunidades aledañas a los cementerios por ruidos, olores, personas intrusas, falta de iluminación, animales sueltos, moscos, negligencias varias en el cuidado de lápidas, bóvedas, jardines, encierros y linderos de los cementerios.

En los cementerios se realizan inhumaciones, exhumaciones, gestión de osarios, ceremonias religiosas, podas, barridos y limpieza, y para todo ellos se requieren insumos y equipos adecuados, pero en muchos casos es necesario que se fiscalice y audite si lo están haciendo de la manera correcta, con los productos correctos.

Tenemos cementerios en pueblos donde ya no caben los muertos y se necesita ampliarlos o construir osarios extras para depositar, después de cuatro años, como dice la ley, los restos de nuestros difuntos. Pero también hay denuncias que indican que hay familias poderosas o ricas que se niegan a trasladar a sus difuntos a un osario pasados más años de los convenidos, generando congestión y mal ejemplo social.

Hay cementerios con serias dificultades de seguridad porque algunas personas del pueblo –jóvenes regularmente–, suelen ingresar a descoyuntarse, libar tragos o fumar porros al ritmo de músicas estridentes que alteran la paz tanto de los muertos, como de los vivos que residen a sus alrededores.  Incluso, no ha faltado el observar a personas disfrutando de sus amores en medio de tumbas bajo la luna, y sombras extrañas realizan atracos por mala iluminación a sus alrededores.

Los cementerios del departamento del Cauca, tradicionalmente administrados por las curias de iglesias católicas, requieren modernizarse en muchos aspectos. Ya podemos comparar los cementerios de pueblos como El Bordo, Almaguer, Bolívar y El Tambo, por mencionar solo algunos, con cementerios de la Capital del Cauca, cuya infraestructura, accesos, servicios y logística humana están a la vanguardia de los mejores de Colombia.

Los cementerios requieren demarcaciones adecuadas, señalización y rutas de evacuación; manejo de moscos, escombros y aguas para preservar el medio ambiente; modernizar procesos, herramientas y servicios, entre otros.

Es necesario que las personerías y la CRC como autoridades que protegen el medio ambiente identifiquen las necrópolis que están produciendo impactos ambientales negativos en la población e intervengan para encontrar soluciones adecuadas.

¿Qué prácticas higiénicas se tienen en los camposantos de un pueblo? ¿Hay suficiente espacio, hay suficientes parqueaderos? ¿Qué están haciendo con los escombros? ¿Cómo están manejando las aguas residuales? ¿Están haciendo control de plagas? ¿Las personas que laboran en los cementerios tienen los equipos de cuidado y protección adecuados? ¿Cada cuántos se realiza la desinfección de áreas requeridas?

Quedan aquí las preguntas, y ojalá este editorial sirve como pretexto para la reflexión, el examen y el diagnóstico de los cementerios que tenemos.