Editorial
Por: Marco Antonio Valencia
L
as principales vías de Popayán son un caos y cada día empeoran más los trancones por culpa del horroroso aumento en el número de carros y motos en sus calles.
Súmele a ello la falta de infraestructura vial, la falta de un sistema de transporte público eficiente y organizado, los 59 semáforos dañados o vandalizados, la falta de señalización vial en muchos lugares, una ciudad sin parqueaderos suficientes, y lo peor: la imprudencia general de transportadoras y la falta de cultura ciudadana.
El punto es que hace rato Popayán dejó de ser la ciudad apacible y tranquila de otros tiempos, la ciudad que era un placer exquisito para propios y visitantes, la ciudad de calles seguras y sin rejas en las tiendas. Ahora existen más barrios, existen infinidad de parcelaciones, cada día aparecen nuevos proyectos de vivienda, mucha más gente habita la otrora villa de Belalcázar, y eso afecta directamente la demanda de un transporte público y privado.
No se han calculado todavía los costos reales que implica para la ciudad el actual caos vehicular, pero estamos seguros que las demoras y los inconvenientes en el transporte tiene un alto costo en tiempo vital y productivo. Se trata de miles de horas al año que los payanes desaprovechamos por causa del caos vehicular. Horas que sumadas afectan el funcionalmente de empresas e instituciones, la productiva, el estudio, pero también el bienestar general a causa del estrés que genera moverse en las calles llenas de ruido y contaminación.
Aquí el tema es supremamente delicado y pareciera que a nadie le importa; es decir, no se ha pensado seriamente en todas las implicaciones que tiene el transporte público en la vida de una ciudad, desde la economía familiar cuando la gente tiene que madrugar más para llegar a tiempo a sus labores, hasta cuando los empleados no pueden ir hasta su casa a la hora del almuerzo, y todo eso aumenta los índices de estrés, agrava los problemas respiratorios, nos expone al mal genio, a la delincuencia y a los accidentes, con afectaciones directas e indirectas.
De otro lado, la expansión de la ciudad implica que hay muchas zonas y veredas donde no llegan el servicio de transporte público y es común en la ciudad no encontrar taxis libres porque los que existen no son suficientes de acuerdo a las necesidades actuales. Y frente a al problema de la gran demanda, aparecen soluciones como el transporte ofrecido por carros particulares y los moto-trabajadores, que se quiera o no, prestan un servicio que se ha vuelto esencial, pero que acarrea sus propios problemas y que en muy difícil de organizar y controlar pese a las medidas vigentes.
Si los gobernantes próximos no toman las medidas pertinentes, en cinco o diez años esto será un completo caos y vivir en Popayán ya no valdrá la pena.
Hay que tomar rápidamente cartas en el asunto. Se requiere que ese sistema de transporte público tan anunciado comience a funcionar, que haya apertura de licencias para taxis, que se saquen busetones viejos de circulación, que se controle mejor el transporte pirata, que se incentive a través de campañas públicas el uso de la bicicleta y que tanto el gobierno actual como los alcaldes por venir y los ciudadanos tomemos conciencia que Popayán requiere políticas públicas a la altura de los problemas de una urbe.
En El Nuevo Liberal hablamos con la gente en la calle y le preguntamos por su percepción del tema (que no deja de ser una opinión) y usted puede ver en esta edición; pero al mismo tiempo hablamos con la máxima autoridad en el tema, el Secretario de Tránsito y Transporte del municipio (ver entrevista El secretario en su laberinto).
No se puede negar que hay buenas intenciones, logros y mucho trabajo desde la administración municipal.
…pero, siempre quedan peros, preguntas sin resolver y mucha, pero mucha inconformidad ciudadana con el manejo de los temas de transporte urbano.