Columna de opinión
Por: Danilo Reinaldo Vivas Ramos – .
No son pocos los esfuerzos que hacen las distintas ciudades del país para atender un aspecto vital para la convivencia ciudadana y el progreso de sus urbes: la movilidad de sus ciudadanos, la cual está determinada por el traslado de personas o bienes materiales en forma eficaz, independiente del medio que utilicen para hacerlo, ya sea a pie o a través de todo tipo de automotor: carro, bus, buseta, motocicleta, bicicleta y/o patinetas, las que al operarse en forma simultánea, en un espacio urbano limitado y concentrado, generan un espectro caótico.
Situación que lleva a cada generador de movilidad a proferir sus puntos de vista al respecto; los peatones por ejemplo, uno de los más indefensos en ese mundo caótico, se quejan sobre el cada vez mayor número de carros y motos, así como de las deficiencias del transporte público: buses y taxis, mientras que los dueños de vehículos particulares y de transporte de mercancía centran sus reclamos en la carencia de vías en la ciudad, particularmente cuando se generan los cada vez mayores ‘tacos’ y/o ‘trancones’ que multiplican el tiempo destinado para desplazarse eficazmente en el cumplimiento de sus labores y propósitos.
Los gobiernos municipales, el de nuestra ciudad Popayán no es la excepción, tratan, unos más que otros, de atender las diferentes situaciones que se generan en los distintos aspectos de la movilidad en sus respectivas ciudades, en no pocas ocasiones reduciéndola a aspectos asociados al transporte o al tránsito, como si fueran sinónimos, lo que hace que, al no tener claridad sobre sus características especiales, erróneamente se plantean soluciones al tema de la movilidad desde sus particulares ópticas e intereses, las cuales permean o aleccionan a la ciudadanía, hecho que no les permite, a unos y a otros, dimensionar uno de los aspectos centrales de la movilidad urbana, en el contexto de lo que los expertos llaman sostenibilidad o desarrollo sostenible, concepto formalizado en 1987 por la Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo, de la ONU, que lo definió como “el desarrollo que satisface las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”. En el año de 1992, se incorporó a esta definición la idea de que el desarrollo sostenible debe tener apoyo sobre tres pilares: la sociedad, el progreso económico y la conservación del medio.
En nuestra ciudad, desde la administración de Víctor Ramírez, que construyó el puente deprimido sobre la Panamericana, en el sector de la Esmeralda, sin concluir todo el proyecto urbano en torno a ese congestionado sector, hasta el hoy alcalde Juan Carlos López Castrillón, pasando por dos administraciones más, la de Francisco Fuentes y la de César Cristian Gómez, el mayor énfasis de sus gobiernos ha sido la infraestructura: mejoramiento y ampliación de vías en la ciudad, disposición de paraderos para el servicio público, andenes y tramos para ciclovías, a través del Proyecto del Sistema Estratégico de Transporte Público de Pasajeros de Popayán SETP – Ciudad Blanca, que ha contado con la financiación de diferentes organismos de la Nación, como el BID, Ministerio de Transporte, DNP y Ministerio de Hacienda y con un apoyo continuo de la Administración Municipal, el que a pesar de los avances que hoy muestra y que no resiste un gobierno municipal más, para no seguir aplazando los otros aspectos que contempla, los cuales, en forma integral, podrían contrarrestar el caos existente hoy.
En este contexto, las políticas de una movilidad urbana sostenible deben asegurar la protección al medio ambiente, mantener una buena calidad de vida a los ciudadanos y favorecer el desarrollo económico, interviniendo de manera real, oportuna y contundente aspectos asociados al transporte público y de mercancías, así como a todo lo relacionado con la circulación de vehículos motorizados en la ciudad, a fin de evitar los altos niveles de accidentabilidad y pérdidas humanas.