La vulgaridad sonora

Editorial

Por: Marco Antonio Valencia Calle

Comienza navidad, y prendemos las alarmas por el humor pedestre que implementan algunas emisoras de radio en busca de congraciarse con el público, cueste lo que cueste.

Y para ello contratan humoristas vergonzantes cuyo libreto consiste en burlarse de las personas, de los defectos de la gente y enseñar (incluyendo a los niños) a humillar, deshonrar y denostar del otro.

Se ufanan y compiten los locutores por vociferar chistes escatológicos y de vulgaridad sexual para agradar al populacho.

Y sin guardarse nada, en el más absoluto libertinaje verbal, se regodean en conversaciones que deberían ser para la intimidad y las tertulias privadas.

Tal vez este tipo de radio festiva gane sintonía en bares de mala muerte y barrio abajo. Pero no todos recibimos con gracia lo que hacen, que tal vez sea de buena fe y sin reflexión ética. Pero es hora de que alguien les diga que no está bien hecho y les pida el favor de parar.

Con ese desacierto empresarial se pierde la calidad de la radio. Y por allí mismo como sociedad perdemos algo en cultura, buenas maneras, el respeto al otro, las sanas costumbres.

La radio es, ha sido, y tiene que ser educativa y no destructiva.

Y la libertad radial con chistes envenenados lo convertimos en libertinaje; y el derecho a la libre expresión usado para insultar la inteligencia y los defectos de la gente es un desacierto en todo sentido.

El repertorio de chistes decembrinos de algunas emisoras es insano. Hay que reconocerlo. Algo que solo el analfabetismo y el vulgo puede aplaudir. Esta hecho por locutores que mancillan al gay, al viejo y al niño o al campesino, irrespetando su imagen.

Tal vez éstos locutores nunca se han preguntado cómo se siente una persona del LGBTIQ+ escuchando las barbaridades que reproducen y la forma como lo caricaturizan tratando de imitar una loca gay.

Si alguien quiere saber qué tan bajo ha caído el ser humano en su desarrollo y evolución libertaria que escuche una emisora comercial en diciembre (de Popayán). Es redescubrir un submundo vulgar no imaginado. Y los niños allí, atentos, aprendiendo palabras, chistes e impertinencias.

El humor edifica la humanidad.

El humor nos hace seres especiales de la naturaleza y refleja nuestra capacidad intelectual, pensante.

Pero el humor que se burla y ridiculiza al otro en busca de audiencia no es gracioso para nada. El humor que se logra imitando la forma de ser de otros para causar gracia, no es gracioso.

El humor, desde siempre, ha sido un descanso emocional del hombre, por tanto, los bufones de la corte, el teatro, el cine, el circo y los espectáculos se nutren de humor. Es necesario reír, soltar una carcajada hace parte de la cotidianidad, y mucho más del espíritu latinoamericano, festivos por siempre.

El cerebro y el espíritu tienen en la risa un relajante natural. El humor, y por ende el chiste, son necesarios, pero como todo en la vida hay líneas rojas que sería mejor no cruzar y respetar.

El llamado es a no convertir la radio en ametralladoras de la vulgaridad y del mal gusto. Si solo pusieran más música todo sería mejor.

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