Columna de Opinión
Por Donaldo Mendoza
Quienes han leído a León Tolstoi (Rusia, 1828–1910) saben que el título del artículo viene de un cuento de ese ilustre escritor. “Cuánta tierra necesita un hombre” (1886) se llama el cuento que, según Joyce, “es el mejor cuento jamás escrito”. La parábola del relato vuelve a la memoria con lo escuchado y leído en distintos medios: «Uribe devuelve un baldío». Puesto en contexto, un baldío son tierras que no se cultivan ni se labran, y carecen de dueño; y como tal, forman parte de los bienes del Estado.
Álvaro Uribe tiene haciendas en Antioquia, Córdoba, Valle… Y se interesó también por el baldío de las noticias, el baldío devuelto. Esa tentación de baldío es la que lo emparenta con Pajom, el protagonista de la parábola tolstoiana. Resumo el cuento y dejo el link al lector para que lo lea (https://ciudadseva.com/texto/cuanta-tierra-necesita-un-hombre/).
El cuento es la parábola de la ambición y la codicia, un estigma que llevan de por vida algunas personas. Eso le ocurre a Pajom, el protagonista. Un alma mezquina a la que ninguna extensión de tierra le satisface, y cuanta más tiene más desea. Y la convierte en tragedia dándole carácter de necesidad. Este hombrecito se entera de que en algún lugar lejano ofrecen tanta tierra como sea capaz de recorrer en un día, y no dudará en abarcar la mayor cantidad posible… Omito el final para estimular la lectura del cuento.
Álvaro Uribe, hombre culto que es, seguramente conoce el cuento y recordó el final de su protagonista. No repartirá entre campesinos alguna de sus haciendas, se necesita un alma grande, como la de León Tolstoi o Álvaro Pío Valencia; pero devolver un baldío lo salva de acabar como Pajom. Como quiera que sea, su gesto es señal de que lo que viene para los campesinos sin tierra (odioso oxímoron) es esperanzador.
El presidente Gustavo Petro y la ministra de Agricultura, Cecilia López, trabajarán con apego a la Constitución de 1991. Esta Carta establece que la tierra tendrá razón social, con espíritu democrático; pero hasta la fecha no ha sido mandato sino letra muerta. Los historiadores y sociólogos han insistido en que la razón fundamental del conflicto armado en Colombia tiene origen en la tierra que, en vez de ser distribuida, ha sido una práctica criminal de despojo.
Ahora bien, no es momento para invadir propiedades ajenas, eso genera nuevos conflictos; hay que darle tiempo al presidente y a su ministra para poner en orden la casa y proceder con lo que se debe hacer: una reforma agraria integral, con asistencia técnica, infraestructura, conectividad, salud y educación. Todas las oportunidades que merece la gente del campo, que lleva el alimento a los centros urbanos. «… un campesino que me da un pequeño cordero suyo me hace un regalo mayor que el príncipe de Làscari cuando me invita a comer», se lee en El gatopardo (1958). Le llegó la hora al campesino colombiano, y el tiempo de Pajom ojalá no vaya más.