Columna de Opinión
Por: JORGE ELIECER ORTIZ FERNANDEZ
Aproximadamente pasaron unos 25 años para que volviéramos a visitar ese santuario turístico en que se ha convertido las termales de Santa Rosa. Esplendido, por decir menos, como se ha desarrollado ese sector del departamento de Risaralda, recuerdo, sin echar mentiras, que, en ese entonces, eran contados con los dedos de la mano, el número de posibilidades hoteleras o casas fincas, en las que se lograba conseguir hospedaje, pues desde siempre, este ha sido un sitio de descanso por excelencia escogido por millares de colombianos y extranjeros.
Recuerdo muy bien, que en ese entonces, ante la imposibilidad de conseguir hotel, nos correspondió hablar con una familia campesina propietarios de una muy humilde vivienda, para que nos permitieran descansar en su casa y claro, como buenos paisas, vieron una oportunidad de conseguir dinero, y sin pensarlo dos veces, aceptaron, cedernos sus humildes camas para que las dos familias que llegábamos de Popayán pudiésemos descansar, para que en la siguiente mañana, visitáramos las tan anheladas termales; pero claro, las posibilidades de conseguir restaurante también era una odisea, por lo que quienes oficiaban como nuestros hospederos, pues accedieron a nuestro ruego de preparar una sancocho risaraldense.
Bien todo esto para señalar el gran impacto que nos generó observar todo el polo de desarrollo en que se ha convertido ese pedazo de tierra del departamento de Risaralda, no es sino, salir de Pereira rumbo a las termales, que no son más de 15 kilómetros, para empezar a mirar en el hermoso paisaje de este departamento, toda una pléyade de hoteles, cabañas, casas finca, restaurantes, sitios acogedores para degustar bebidas de todo tipo y comidas para todos los gustos, todo esta gama de negocios que se abren al paso de la vía, lo que indudablemente deja presagiar que cuando tengas las termales en frente, descubrirás la magia de la naturaleza y el esfuerzo privado y por qué no público, para que este nicho turístico le dispute, en el mejor sentido de la palabra, los pesos y dólares que deja el turismo en el territorio nacional.
Pero claro, después de gozarse este paraíso, como caucano es difícil no ubicarse en nuestras termales de Coconuco, para iniciar un proceso de reflexión y preguntas, encaminadas a cuestionar, porque ellos, los risaraldenses, han logrado “explotar” este regalo de la naturaleza, generando alrededor de toda esa calentura natural que se genera dentro de las piscinas, en todo un emporio turístico; pero como es difícil conseguir una auto respuesta, nos correspondió acudir al raizal de Risaralda, para enterarnos, que el apoyo gubernamental ha sido clave con la generación de créditos blandos para quienes deseen invertir en la región en la construcción diversa para alojar a los visitantes, circunstancia, que evidentemente fue aprovechada tanto por habitantes aledaños a los termales, como inversionistas, que sin dudarlo, se acogieron a las disposiciones del gobierno nacional, departamental y local.
Entonces, será que no es posible pasar del discurso a los hechos para que nuestro departamento por fin logre ganarse el título que le hemos dado en cada campaña política, sin merecerlo, como el destino turístico por excelencia, vamos, somos capaces, es el momento, el plan de desarrollo del presidente electo, entre otros temas, deberá extendernos ese salvavidas de generar industria sin chimeneas, de tal manera que ese corredor, que inicia en el estadero Don Luis con sus almojábanas y agua de panela con queso, aguas arriba, hasta coconuco, aun lado y otro de la vía, empecemos a ver sitios de hospedaje y de comercio alimenticio que conecte a las diversas fuentes de termales tanto de coconuco como de Puracé, estoy seguro, que hasta los indígenas que tienen su territorio aledaño a estas fuentes de agua viva, estarían interesados en hacer parte de un negocio que le mejoraría la vida a muchas familias caucanas y por ende un reconocimiento al departamento que busca desesperadamente dejar de ser la cenicienta de nuestro país.