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    “O todos en la cama o todos en el suelo”

    ÁLVARO JESÚS URBANO ROJAS

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    La tranquilidad del tiempo ocioso devolvió a mi espíritu la delicia de disfrutar del reencuentro familiar en torno a las relaciones propias del hogar, como era la vida cuando la sociedad no era tan urbana. Las tertulias en familia, las meriendas en el comedor, los juegos de mesa y las labores diarias de cocina y arreglos de casa. Para luego disfrutar de las ya olvidadas siestas de sofá y terminar la tarde leyendo un buen libro al deleite de la música, resolviendo crucigramas para consumir el tiempo libre, alejado del trajín de la vida convulsionada de nuestra acelerada y estresante sociedad de consumo.

    Resignado al confinamiento obligatorio, logré contener mi vigor de superación para aprender a vivir sin afanes, con demasiado tiempo para pensar y hacer, al punto que el ocio se me convirtió en un problema grave, para encontrar que hacer sin caer en la rutina y el aburrimiento.

    Los niveles de estrés aumentaron, la redes sociales dispararon el miedo con un bombardeo permanente de información no contrastada; mi esposa se obsesionó con las medidas preventivas, me obligó a usar tapabocas, guantes y desinfectantes, a lavar tres mudas de ropa diaria, al punto que las manos se resecaron y mi piel cambio de color por el uso de tanto límpido.

    Empecé a odiar las alocuciones presidenciales, me molestaban los anuncios del Alcalde y el Gobernador. Entendí la necesidad del “confinamiento obligatorio” con el objetivo de impedir que el virus covid-19 se siga expandiendo y salvar la mayor cantidad de vidas.

    Tengo miedo de mi propia insubordinación, no sé si resista un mes de cuarentena total, porque después de tanto encierro, seguiré estando expuesto. Mientras, si afronto con estoicismo el virus, mi sistema inmunológico estará preparado para desarrollar las defensas y librarme definitivamente de los riesgos de la pandemia. Tengo la sensación de que algunas de estas medidas no se han tomado en otros países porque resulta políticamente muy caro que la gente vea el sistema de salud colapsado.

    Recibí con resignación la noticias de ampliación del término para el confinamiento, como a todos los colombianos, me preocupa el pago de muchas de mis obligaciones financieras, he concentrado mis ingresos a los aspectos prioritarios y básicos, como compra de víveres de primera necesidad para poder afrontar de manera tranquila el período de cuarentena que, según lo determinó el Gobierno nacional el sábado, irá inicialmente hasta el 13 de abril, pero es previsible que sea ampliado, según vaya evolucionando la fase de contención del brote epidemiológico.

    Como ciudadano afectado, suplico medidas más progresivas, como la posibilidad de que las tarifas de los servicios públicos domiciliarios no sean cobradas entre el 20 de marzo e igual fecha del mes de abril. Ya que la recesión económica nos ha afectado y las autoridades públicas deben asumir con los recursos del erario, que es todos los colombianos, su alto costo en materia económica con el concurso fiscal y regulatorio del Gobierno nacional para poder autorizar este alivio.

    Todos los colombianos dependemos de nuestros ingresos para cancelar las tarifas del agua, luz eléctrica, gas, internet y televisión por suscripción, entre otros servicios. Pero en medio de esta emergencia, muchos hogares tendremos dificultades para poder cancelarlos a tiempo, exponiéndose al riesgo de un corte por falta de pago.

    El Gobierno ha sido cuidadoso en revisar los temas de abastecimiento y de funcionamiento de sectores esenciales como los de servicios públicos, sistema de salud, banca y mercados financieros. Pero los grandes empresarios no quieren ser solidarios ante el confinamiento y seguir cobrando los costos financieros administrativos y de funcionamiento, refinanciándolos en el tiempo sin renunciar a sus emolumentos. Todo el país otrora fue solidario con el cuatro por mil para solventarles la crisis financiera, hoy necesitamos de su solidaridad ante el confinamiento y la parálisis de la economía local. “O todos en la cama, o todos en el suelo”.

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