Cada vez son más los muros de Popayán que acogen las expresiones artísticas como trabajo colectivo y como forma de resistencia. El Colectivo Monareta cuenta su experiencia en la gestión cultural, sus relaciones con la comunidad y sus maneras de pensar el arte comunitario.
REDACCIÓN EL NUEVO LIBERAL
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os muros de Popayán llevan un buen tiempo de conocer a un grupo de apasionados artistas. El Colectivo Monareta lleva más de cinco años pintando las paredes dispuestas a hacer de lienzo y su labor es compartir la pasión por el arte y la calle con la gente.
Después de haber realizado varios festivales de muralismo en el municipio y de verse respaldados por la comunidad, Monareta se incorpora para alcanzar sus propósitos y estimular la conciencia colectiva por medio del arte. Busca resaltar y revitalizar las zonas vulnerables del Cauca.
Sus integrantes han trabajado murales en diferentes barrios y espacios de la ciudad de Popayán: Alfonso López, La Esmeralda y reclusión de mujeres, entre otros, así como en diversas poblaciones del departamento como Paletará, El Bordo y Argelia.
Aquí, una entrevista con ellos.
¿Cómo definirían «Monareta»?
Gerardo Tobar: Monareta es un colectivo artístico dedicado principalmente al muralismo y el desarrollo de eventos en torno a él, es como una plataforma de gestión que integra el trabajo de muchos artistas.
¿Cómo nació el colectivo?
David Báez: La idea del colectivo como tal nace en la academia, es decir, el nombre y la organización. De nuestros intereses varios, algunos de nivel artístico y otros de nivel social, de crítica.
¿Por qué Monareta?
DB: Muchos de nuestros compañeros son muy apegados al uso de la bicicleta. Cuando no teníamos un nombre nos reunimos a pensar en eso, y uno de los compañeros que llegó, andaba en una monareta bien bonita, teniéndola ahí se nos ocurrió. También porque habíamos hablado de un taller itinerante en bicicleta, con una manta mural que recorrería los barrios en bicicleta.
¿Cuál es su objetivo, su apuesta a largo plazo?
GT: La apuesta que tenemos es el festival “Sobre fondo blanco”, pero el objetivo de este festival es cuestionar las lógicas de segregación, de un ordenamiento racial en nuestra sociedad que continúa respondiendo a la repartición colonial del poder. Desde el arte buscamos empezar a reformular valores en contra de planteamientos racistas y de desigualdad social.
DB: La intención no es darnos a conocer como colectivo, si no por el contrario, por medio de esta plataforma trabajar con la comunidad y dejarle algo que ella pueda seguir alimentando con el tiempo.
Es proyectarnos a pintar en otras partes, como comunidades indígenas, tener un mayor alcance. Queremos que se convierta en un proyecto social, lograr culturizar un poco acerca de la gráfica, también es una forma de “minar” ciertas mentes que de pronto andan descarriadas y que así se sientan motivados a crear, es también cambiar el pensamiento de algunas personas.
¿Dentro del trabajo que han realizado qué es lo que más les ha gustado?
DB: No podría decirte, yo creo que todo es muy diferente. Hay murales que son muy simbólicos, cada mural guarda anécdotas… son esas cosas que marcan las dinámicas de trabajo dentro del colectivo.
GT: Es esa diferencia lo que lo hace interesante, vivimos en un país pluriétnico y multicultural. A dónde vamos encontramos eso, la variedad. Si voy a 30 km de aquí me topo con unas personas de costumbres muy distintas a las del lugar de donde soy, si voy a 30 km en la dirección opuesta me encuentro con algo completamente distinto. Es eso, nunca sabemos con qué nos vamos a encontrar.
¿Cómo es la gestión de los muros?
GT: Es fácil, es cuestión de llegar y hablar con las ideas claras, en general las personas son muy receptivas.
DB: Todo depende de la forma en como llegas. Por ejemplo, para el segundo festival queríamos hablar con las monjitas del buen pastor, pero el permiso lo solicitó la presidenta de la JAC: no sabemos que pasó, pero, las monjitas lo denegaron. Ya luego, fuimos nosotros, los que necesitábamos el permiso, explicamos de buena forma, hablamos bien con ellas y sí, al final ellas se sintieron muy contentas con los resultados de ese trabajo.
Incluso hacer la gestión y traer a Óscar González (Guache) no fue difícil, a veces uno se pone los límites.
¿Referentes?
DB: Más que referentes en gestión cultural tenemos referentes de artistas plásticos que han trabajado con la comunidad, por ejemplo, Doris Salcedo, ella antes de realizar una obra hace un trabajo de campo. Yo creo que trata de comprender lo que sucede para no ir y hacer cualquier cosa, esa dinámica nosotros tratamos de usarla.
¿Cómo lidian el estilo?
DB: Yo creo que Monareta no tiene estilo porque somos varios, hay cosas de cada uno, no existe un estilo marcado.
GT: Sin embargo, sí hay unas constantes, hay que identificarlas. Es usar la realidad social como insumo para crear.
¿Cómo es su proceso creativo?
GT: Algunos murales llevan un tema preestablecido, equilibramos nuestras ideas, hay ideas que rechazamos. Optamos por aquellas que vayan encaminadas a reconocer la identidad del territorio y la igualdad, ya sea de género o racial.
DB: No es nada del otro mundo, ponemos en el aire muchas ideas, señalamos los objetivos del mural y llevamos los bocetos hacia esa idea principal, las unimos y consensuamos.
¿Qué les ha dado Monareta?
GT: El trabajo en el colectivo tiene su propia lógica, se vence el egoísmo individualista en pro de lo colectivo, eso en sí ya va en contra de lo que nos inculca el sistema capitalista. Ese trabajo en equipo, la camaradería, para mi es lo más valioso. Lo realmente importante es que nosotros empezamos a ser personas que prestan un servicio y tejen redes de trabajo voluntario, es una forma de resistencia.
DB: Hay dos maneras en las que recibo lo que me deja el colectivo. La camaradería- compinchería es vital, logra ser el pilar que hasta ahora nos mantiene unidos. Lo otro que encuentro en cada compañero, son sus dinámicas de trabajo, en el arte se habla de códigos, las maneras. Lo analizo mucho en mis compañeros ya que uno se alimenta de eso, de lo que el otro pueda enseñar.