Qatar 2022: ¿paraíso o infierno potencial?

Debido a la multiplicidad de excentricidades que a su interior se viven, esta es una de las naciones más influyentes del mundo.

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Por: Mg. Carlos Horacio Gomez Quintero.

atar, definitivamente es un pequeño gran gigante. Efectivamente. Este reducido emirato del Golfo Pérsico (11.581 km2 para 250.000 nativos y 3 millones de trabajadores inmigrantes), aparentemente eclipsado por los gigantes vecinos de Irán y Arabia Saudita, es en la práctica y de manera poco discreta, gracias a la multiplicidad de excentricidades que a su interior se viven, una de las naciones más influyentes del mundo.

Su historia relata que dicho territorio jugó un papel secundario durante gran parte de la historia de Medio Oriente, siendo sobre todo una obligatoria parada para comerciantes de perlas, pigmentos, telas y otros productos que navegaban El Golfo Pérsico desde y hacia el resto del mundo. En tal sentido, pasó entre las manos múltiples de los numerosos imperios y clanes que tomaron posesión de la zona, hasta el siglo XIX, cuando la poderosa familia Al Thani (que aún impera), logró establecer el relativo control sobre la península saudita. Poco después, la zona cayó bajo la zona de influencia del Imperio Otomano, dinámica de corto aliento, pues al estar Qatar lejos del centro del Poder Otomano en Anatolia, la península cayó bajo influencia del Reino Unido tras un tratado en 1916. 

La decisión sobre realizar el mundial de fútbol en Qatar, colocó de inmediato a la realeza catarí en actitud de manos a la obra. Tenían que construir estadios de fútbol, en un país donde nadie jugaba al fútbol. /Fotos: Tomadas de internet.

En los años 30 ya se había descubierto la existencia de yacimientos de petróleo en la zona que comenzaron a ser explotados, principalmente por compañías británicas. Si bien el país comenzaba a modernizarse y el comercio de perlas comenzaba a desaparecer, la prosperidad del petróleo y el gas tardaría en manifestarse físicamente en el país hasta después de la independencia, la cual se dio en 1971. 

Su primer Emir gobernante fue El Khalifa Bin Hamad Al Thani, quien fue derrocado por su hijo Hamad Bin Khalifa Al Thani. Bajo su reinado el país comenzó a desarrollarse rápidamente, siendo el horizonte de Doha (ciudad capital de 2.3 millones de habitantes) con sus rascacielos, el gran símbolo de la nueva prosperidad del país caracterizado por contar con una geografía mayormente plana con un clima es desértico sin ríos, lagos o cuerpos de agua permanentes, realidad que poco a poco se ha ido transformando, precisamente a merced de la enormes fortunas de petrodólares que se le invierten para convertirlo en un paraíso.

En 2013 con la ascendencia al trono de Tamim Bin Hamad Al Thani de manos de su padre, Qatar se ha posicionado como un actor clave en la región, así como en la nación más rica del mundo con $128,647 dólares de ingreso per cápita. Con los desbordados ingresos que recauda, Qatar se ha encumbrado en posiciones de poder económico y político, desde donde ostenta marcados avances en materia de petróleo y gas (60% de sus ingresos para un crecimiento sostenido de dos dígitos), aviones y aerolíneas (Qatar Airways y Qatar Airways Cargo), fútbol (el PSG entre otros) y telecomunicaciones (cadena Al Jazeera) y por otro lado, tentar su propia seguridad a partir del apoyo que le ha brindado a los grupos opositores de La Hermandad Musulmana, contradictores acérrimos de las naciones tradicionalmente líderes del mundo árabe, como son Egipto y Arabia Saudita, lo cual, obviamente le ha causado grandes tensiones.

El paraíso obnubilante y majestuoso que El Gobierno Qatarí ha construido significa grandes inversiones en bienes raíces, tales como los majestuosos Museo Nacional, Museo de Arte Islámico, La Biblioteca Nacional, El Hotel Doha Four Seasons, El Centro Nacional de Convenciones, El Hospital Sidre Medicine, La Facultad de Estudios Islámicos y por supuesto, Los Estadios Al Janoub, Al Thumama y Al Bayt, amén de la infinidad de autopistas y espacios turísticos ganados al mar.

La pretensión de realizar un Mundial de Fútbol, como el de este año, es un pretexto para cantar y gritar a viva voz, que, a los cataríes, en razón de sus demostraciones de poder, hay que tenerlos en cuenta a nivel global. Y en tales pretensiones no han escatimado esfuerzos para lograrlo. Tan pronto se supo en el año 2010, de boca del Señor Joseph Blatter, presidente de La FIFA en aquellas épocas, que el mundial 2022 se iba a jugar en esos lares, además de la marcada alegría de La Familia Al Thani, dueños de todo y de todos, empezaron también a rodar sendas versiones en las cuáles se sostenía, que lo sucedido, lejos de ser una decisión adoptada “democráticamente”, era el resultado de una vil compra a personajes e intereses de los que mangonean el balompié a nivel orbital. 

La decisión colocó de inmediato a la realeza catarí en actitud de manos a la obra. Tenían que construir estadios de fútbol, en un país donde nadie jugaba al fútbol. 

Para construir la infraestructura de estadios, hoteles, aeropuertos, autopistas y centros comerciales necesitaron mano de obra barata, a pesar de estar podridos en dólares. Llevaron trabajadores inmigrantes en un sistema de esclavitud llamado «Kafala», el cual consiste en darle todo el poder a un administrador para que contrate inmigrantes y los explote reteniéndole los pasaportes, haciéndolos vivir hacinados y con horarios de trabajo hasta de 18 horas por día, sin derecho a nada de pataleos. Sin este sistema perverso, construir lo que se construyó en Qatar, era absolutamente imposible. Los muertos por sometimiento al rígido esquema contractual se cuentan por miles, ante la despiadada e impávida mirada de los petrodólares habientes a manos llenas. 

El mundial 2022 durará tan solo 30 días. La revolución funcional será una locura para atender tan colosal evento y muy seguramente serán otros miles de inmigrantes los que lleguen en calidad de sirvientes y/o trabajadores. Los que arriben en calidad de aficionados, sin duda serán personas de altísimas condiciones socioeconómicas, así la demostración que hagan forzadamente algunos de ellos los lleve a la ruina total e irreparable. Pero más allá de las delicias que sin duda estos espectáculos generan y sin querer posar de ángel negro o profeta de las desgracias, traigo a colación que, sobre el desarrollo de este mismo evento ecuménico se cierne o asoma una sombra siniestra: La posibilidad latente de atentados terroristas. Los musulmanes no olvidan ni perdonan, aunque digan que sí, que La Familia Real de Qatar, Los Al Thani, han financiado a terribles hordas terroristas en Siria, Irak, Libia y Afganistán. En Libia financiaron a los terroristas que asesinaron al líder Muamar el Gadafi en octubre de 2011.  

El papayaso está servido y las horas marchan rápidamente para el inicio de la primera patada. Quiera nuestro Dios y los dioses de Oriente, que el dinero existente por montones, igual sea bien utilizado en procura de dotar con suficiente seguridad a personas nativas y turistas, a la infraestructura y a la sociedad en general, para que no aparezaca un infierno y se sacrifique hasta la paz mundial,  a cuenta del llamado «mundial de la vergüenza».