Por: Andrés José Vivas Segura
T
odos los años, cada cuatro de octubre el mundo católico celebra la fiesta de San Francisco de Asís, patrono de la naturaleza, de los animales y de los ambientalistas. Este también es considerado como el día mundial de los animales y del hábitat, en su honor. Este personaje fue bautizado en su natal Italia como Giovanni di Pietro Bernardone (1181-1226), quien años más tarde sería el fundador de la Orden Franciscana y la de las hermanas Clarisas, siguiendo el ejemplo de Jesús, cuya doctrina y práctica fueron las de adoptar la más estricta pobreza como forma de vida, incluyendo la vida en la mendicidad.
Cuentan que San Francisco solía internarse en el bosque en busca de un lugar propicio para la oración en el cual, una vez identificado, iniciaba un rito que comprendía la convocatoria a las plantas y animales presentes en su entorno inmediato, de suerte que todas las criaturas dispusieran sus almas a la adoración y la alabanza, como agradecimiento por la Creación. Resulta fascinante leer aquel tratado anónimo compilado hacia el siglo XIV que ha sobrevivido con el nombre de las Florecillas de San Francisco, que narra una serie de cortas historias sobre los inicios de la comunidad franciscana, con anécdotas sobre San Francisco y sus primeros compañeros, así como aquella larga caminata (de casi 500 km) entre las poblaciones de Cormano y Bevagna en Italia, a manera de penitencia, con fray Maseo y fray Ángel:
“Caminando con gran fervor levantó los ojos y vio algunos árboles al lado del camino, entre cuyo ramaje posaban gran número de avecillas. Maravillose mucho de esto San Francisco y dijo a su compañero: -Espérame en el camino, porque voy a predicar a las avecillas.
Y se metió en el campo y comenzó a predicar a las avecillas que se posaron en el suelo. Inmediatamente las que estaban entre el ramaje vinieron hacia él y rodeándole permanecieron quietecillas mientras San Francisco les predicaba; y terminado que hubo el sermón tampoco se fueron hasta que San Francisco las bendijo.”
San Francisco ha pasado a la historia, principalmente a través de las hagiografías medievales, las cuales fueron reproducidas por la doctrina católica en la sociedad hasta bien entrado el siglo XX. El cine le ha dedicado un espacio preferencial, como aquel clásico mexicano del mismo nombre (1944), el filme norteamericano titulado Francis of Assisi (1961); la película italiana Hermano Sol, hermana Luna (1972), dirigida por Franco Zeffirelli, o la producción italiana Francesco (1989), basado en una obra de Herman Hesse, que contó con la participación del famoso actor Mickey Rourke en el papel protagónico.
Ahora bien, las tradiciones católicas hispanoamericanas señalan que, justamente hacia el día cuatro de octubre, San Francisco -desde el cielo- sacude fuertemente el cordón o cíngulo que lleva ceñido a la cintura, esparciendo tanta agua sobre la faz de la tierra, que provoca un fuerte vendaval, generalmente acompañado de vientos, rayos y centellas. Recuerdo que los abuelos decían, que el estridente sonido de los truenos que espantaba a los perros e impresionaba nuestros tímpanos cuando éramos niños, era el sonido del cordón agitado al viento, a la manera de un látigo celeste, cuyo eco rebotaba entre las cordilleras y las nubes en repetidas ocasiones, como un presagio del final de la última temporada de lluvias en el año, sobre el altiplano.
El cordonazo de San Francisco es un acontecimiento global que afecta a varias localidades del planeta de manera simultánea, y no siempre sucede el día cuatro, sino que algunas veces puede darse hasta una semana antes o después de la fecha central, incluso algunos años el cordonazo no se presenta con la misma magnitud en un mismo sitio. Pero este fenómeno meteorológico precede, con mucho, a la existencia de este Santo amante de la naturaleza, pues existen registros tan antiguos como el año 1134, cuando se presentó una marejada ciclónica en la ciudad de Brujas, en Bélgica, y existe registro de que, en 1878, ocurrió una lluvia de 24 horas en la ciudad de Quito, que le dejó completamente inundada.
Ya en el siglo XX, en 1939 un ciclón tropical entró en contacto con las costas del sur de California (USA), que ha sido asociado al cordonazo, pero no fue en la fecha señalada sino el 25 de septiembre, causando 45 muertes, según cifras oficiales. En 1949 se presentaron graves inundaciones en El Salvador y en Guatemala. En 1963 el huracán Flora arrasó parte de la isla de Cuba, causando 1.050 muertes. En 2010 se presentó en Cádiz (España), y en 2018 la capital de Venezuela se vio parcialmente inundada después de una fuerte tormenta eléctrica que dejó varias calles bloqueadas, así como también en ciertas localidades de Costa Rica. En 2019, la ciudad de Quito se vio nuevamente inmersa en intensa granizada que afectó edificaciones, vías y parques. En 2021, en Tijuana se vivió una tormenta, episodio que no había sucedido en 24 años.
Este interesante fenómeno ocurre principalmente en los países intertropicales del hemisferio norte, como un efecto posterior a la transición de la Tierra por el equinoccio de septiembre, que demarca el paso del verano al otoño en las regiones templadas. En años anteriores este fenómeno afectó sensiblemente el pedestal de la estatua de Francisco José de Caldas, en nuestro parque central, pues una fuerte descarga eléctrica impactó en la estructura desportillándola en sus partes más externas.
No es posible predecir si el cordonazo se presentará en Popayán este año 2022, pues el comportamiento estocástico del tiempo atmosférico encierra una alta incertidumbre; no obstante, encuentro muy acertada la labor de poda llevada a cabo por parte de las entidades competentes en el mantenimiento preventivo del arbolado público urbano, con miras a adelantarse a los acontecimientos y evitar afectaciones a las personas o a la infraestructura. Esta es una tarea constante que nos interesa a toda la ciudadanía.
También es una alerta para aquellos árboles ubicados en predios privados y que, por su edad, por su altura o por su arquitectura, necesitan de una intervención de poda o tala, dada la función ecológica de la propiedad. Como ya habíamos recordado en una columna anterior, los árboles también tienen un ciclo de vida, cuya gestión y mantenimiento en el ámbito urbano compete directamente a los seres humanos, y es mejor prevenir que lamentar.
Hago eco aquí de la encíclica Laudato si’ (que traduce Alabado seas, en honor a la famosa oración de San Francisco) publicada por el Vaticano en 2015 como una audaz apuesta del papa Francisco para alentar a su grey a seguir los pasos de una ecología integral, donde se respeten todas las formas de vida, donde se cumpla la legislación ambiental y las modernas medidas de gestión ambiental, para que las empresas ejerzan su responsabilidad y la ciudadanía sea consciente de su papel preponderante en los cambios que ya ha sufrido la humanidad, y los que están por venir. Estos cambios exigirán de la humanidad mucho esfuerzo colectivo, que nos permita superar las contingencias del mañana.
Esperamos estar preparados para los vientos y tormentas correspondientes al cordonazo del año 2022, que ojalá no causen daños materiales ni genere mayores temores en los asustadizos, sino que simplemente nos permita gozar de la magnificencia y poderío de la Madre Naturaleza, y nos haga reflexionar sobre la importancia de ser resilientes y generar capacidades para adaptarnos al cambio climático y a la variabilidad climática: una amenaza real que se cierne sobre el futuro y que pone en riesgo la supervivencia de nuestra especie.
San Francisco predicando a las aves.
Que coincidencia cada año llueve.
Interesante texto..
Excelente artículo mijo precioso