La estatua del conquistador español Sebastián de Belálcazar fue derribada el 16 de septiembre de 2020 por indígenas Misak en la ciudad de Popayán. Esta escultura se encontraba en la cima de El Morro de Tulcán, una pirámide realizada por los pubenenses. Después de dos años, es incierto lo que se destinará para la cima del cerro tutelar de la ciudad.
REDACCIÓN EL NUEVO LIBERAL
El derrumbe
U
n grupo de indígenas de la etnia Misak derribó la estatua del conquistador Sebastián de Belalcázar, ubicada en El Morro de Tulcán en Popayán, Cauca. El hecho ocurrió durante las protestas del 16 de septiembre del 2020 contra los hechos violentos en la región.
En un video que circuló en redes sociales se logró observar a miembros del grupo halar varias cuerdas que fueron atadas a la estatua, lo que provocó que esta cayera al suelo. Acto seguido, los indígenas comenzaron a celebrar.
Sebastián de Belalcázar nació en 1480, en la provincia española de Córdoba. Es reconocido por fundar las ciudades de Quito y Guayaquil, en Ecuador, al igual que Cali y Popayán, en Colombia.
Se cree que llegó a América en uno de los últimos viajes de Cristóbal Colón y que, desde 1514, hizo parte de las expediciones dirigidas por el militar Pedrarías Dávila en la zona del Darién.
En una columna del historiador Alberto Ramos Garbiras para el ‘Diario de Occidente’ se cuenta que Belalcázar fue segundo al mando de los militares Pedrarias Dávila, Hernández Córdoba y Francisco Pizarro, a quienes se les atribuye el asesinato de más de 800.000 personas entre Panamá y Nicaragua desde 1514 hasta 1524.
Belalcázar hizo parte de la conquista de Perú y les prestó a Francisco Pizarro y Diego de Almagro 30 hombres y seis caballos para tal fin.
En 1533, emprendió su viaje hacia Ecuador, donde fundó las ciudades de Quito y Guayaquil para luego continuar su travesía hacia Colombia.
De acuerdo con Ramos Garbiras: “Belalcázar venía del Ecuador, eliminando indígenas, almacenando oro, perlas y joyas; quemaban las aldeas con casas de techo de paja, a los sobrevivientes los herraban para tomarlos como esclavos, metodología que explicó Fray tata Pedro Velasco, secretario general del pueblo Misak, autoridad indígena del sur occidente, para explicar las razones que llevaron a derribar la escultura de Sebastián de Belalcázar, que estaba ubicada en la ciudad de Popayán.
Por su parte, Beatriz Quintero, Directora del Centro de Investigaciones Históricas José María Arboleda Llorende, dice que: “hay que aclarar que cuando la estatua es puesta en El Morro no se tenía una certeza una evidencia arqueológica de que eso fuese un templo ceremonial ancestral de los pueblos indígenas originarios del Valle de Pubenza, eso hay que resaltarlo porque han circulado algunas versiones equivocadas al respecto de decir pues que se quiso colocar ahí para humillar, para demostrar alguna situación de opresión. La estatua la encargaron para conmemorar los 400 años de la fundación de la ciudad, se planean una serie de obras y de actos conmemorativos y entre esos estaba la estatua que se le encarga a un escultor español”.
Además, cuenta la directora que la estatua que se había planeado una estatua para El Morro que se le iba encargó al maestro Rómulo Rozo y que, asegura, hubo comunicación con él, intercambio de cartas donde se demuestra que las personas en ese momento interesadas en conmemorar los 400 años también esa historia indígena se resaltará que fuera al morro. “Por unas cuestiones, parece ser como de presupuesto, de logística, el proyecto que no se concreta, entonces lo que sí se concreta porque parece que ya estaba más adelantado es la estatua de Belalcázar y esa es la que se instala en El Morro”.
Ante esto, en una entrevista con Semana, Pedro Velasco, Secretario General del pueblo Misak, dijo que, como autoridades indígenas de occidente, tomaron esa decisión, pero que no fue una iniciativa reciente, aseguró que hace parte de un estudio, de un análisis al interior de la justicia indígena. “Nosotros fuimos las autoridades que junto con 22 autoridades más del pueblo Misak, coordinamos esta reivindicación histórica, lo que uno siente cuando suceden este tipo de hechos, que no ocurrían hace más de 485 años”, señaló el tata.
Dice el Secretario General del pueblo Misak, que la población internacional reconoció el acto como una reivindicación con los indígenas y de paso hizo una crítica a la posición de quienes reprochan este acto. “No van a ver en un museo personas que sean indígenas, hemos sido vistos como objeto de estudio, para nosotros Sebastián de Belalcázar y nuestra memoria histórica se conecta con la tierra y nos visibilizamos, volvemos a florecer”, agregó el secretario indígena.
El tata indígena no escondió la alegría que sintió y que compartió con sus coterráneos al ver caer la estatua. “Sentimos la responsabilidad, la historia que se transformó en una alegría para el pueblo Misak, Juan Carlos López Castrillón, como muchas generaciones de alcaldes son de descendencia colonizadores, que la primera advertencia que dan a los medios es que nosotros cometimos algo ilegal, que la elite colombiana asume los territorios indígenas”, señaló en respuesta al alcalde de Popayán que aseguró restauraría la estatua.
La estatua derribada del colonizador español fue llevada en un helicóptero de la Aviación del Ejército para ser restaurada. Han pasado dos años y aún es incierto el lugar donde se va a destinar.
Ante ello, Juan Carlos López Castrillón, respondió a El Nuevo Liberal las siguientes preguntas:
¿Qué noticias nuevas tenemos?
Después de derribada la escultura de Sebastián de Belalcázar iniciamos el trámite requerido para que la aseguradora reconociera el valor del siniestro y su posterior incorporación a los recursos del Municipio. Esto permitió realizar un riguroso proceso de selección mediante el cual se contrataron los servicios del equipo restaurador en cabeza del Señor Temístocles Suarez Rodríguez, quien acreditó la experiencia a partir de una amplia trayectoria de restauración de monumentos en espacios públicos, entre los que se destacan El Bolívar Ecuestre en Bogotá, Los lanceros del Pantano de Vargas de Arenas Betancourt, entre otros.
¿Dónde está?
Una de nuestras principales sugerencias antes de iniciar con el proceso jurídico, fue que la intervención debía hacerse en la ciudad de Popayán, teniendo en cuenta que cualquier desplazamiento a otra ciudad podría afectar aún más la estructura de la escultura que, con la caída, sufrió graves daños.
¿Cuánto costó la restauración y si ya se hizo?
El proceso costó 235 millones que fue la propuesta presentada por el contratista, quien cumplió con los requisitos requeridos por el Municipio. Es importante resaltar que este costo lo asumió la aseguradora en su totalidad. El proceso de intervención inició el 22 de julio y esperamos terminar finalizando el mes de septiembre.
¿Cuándo la vuelven a poner y dónde?
Ese es un tema muy importante que actualmente es objeto de estudio. El morro por su condición de monumento arqueológico de la nación, cuenta con unas medidas de protección especiales. Cualquier tipo de intervención debe ser avalada por el ICANH y la Dirección Nacional de Patrimonio, pero adicionalmente debe ser debatido ampliamente con todos los sectores sociales, la academia y las instituciones encargadas de salvaguardar el patrimonio cultural.
Los datos
El Morro de Tulcán fue un cementerio precolombino que existió 500 años antes de la llegada de los españoles. Era un templo sagrado donde se adoraban los dioses, el sol, la luna, las estrellas, la lluvia.
En Popayán, cuando se hace referencia a este lugar suele recordarse que al empezar a adecuar la carretera para el primer acueducto quedó a la vista una especie de superposición de ladrillos o adobes que conformaban el terreno, lo cual evidenció una antigua construcción. Por esa razón, en los años cincuenta el arqueólogo Julio César Cubillos realizó las primeras excavaciones. Descubrió que el cerro tiene forma de pirámide, que la parte superior había sido recortada y que fue construida con propósitos religiosos y ceremoniales.
Cubillos encontró catorce tumbas, restos de adultos y de niños sepultados, vestigios arqueológicos que datan de mucho antes de que los españoles pisaran estas tierras, tumbas, ollas de barro, ornamentos.
Muchos años antes de la llegada de los españoles, el Valle de Pubén o Valle de Pubenza, llamado así en homenaje al cacique Pubén, estuvo habitado por los pubenenses. Habrían sido ellos los encargados de construir El Morro de Tulcán y de crear la estructura a punta de adobes y tierra pisada con el único fin de que se pudiera divisar desde cualquier punto el lugar donde habitaban. Esta estructura sería el sitio sagrado de la comunidad y un valioso testimonio arquitectónico ceremonial.
“Hace algunos años, estuvimos acompañando a un grupo de arqueólogos y metafísicos a nuestra pirámide y nos dijeron que el tesoro más grande es el templo magnético, se encuentra ubicado estratégicamente en este sitio y te recarga de energías”, dijo Carlos Eduardo Burbano, quien fue informador turístico de la Cámara de Comercio del Cauca.
Del campo electromagnético del que muchas personas hablan no se tiene ningún soporte teórico o investigativo que pudiera comprobarlo. «El tema de las energías debe ser interpretado de forma subjetiva porque todo depende de la persona y su disposición”, señala al respecto Diógenes Patiño, arqueólogo y antropólogo de la Universidad del Cauca. Agrega, además, que cada persona posee su propio campo magnético de energía.
La historia del pueblo pubenés
En épocas precolombinas se albergaban por estas tierras los pubenenses. “Fueron encontrados por el español Luis de Daza, mientras Sebastián de Belalcázar sometía a tribus al dominio de los castellanos”, afirma Carlos Vergara Cerón en su libro Los Pubenenses.
En el Valle de Pubén las diversas tribus pertenecientes a esta etnia conservaban su autonomía y su autenticidad. Su industria se sustentaba en los tejidos de algodón que practicaban las mujeres en casa, la cerámica, la fundición de oro y la orfebrería.
Con la llegada de los españoles, la población indígena decayó por el nuevo modelo político, social y económico. Además, la mortandad causada por las guerras y las enfermedades traídas desde Europa, generaron unos efectos fuertemente destructivos a través de la violenta imposición de la colonia española, la cual trastornó drásticamente el imperio pubenés.
Dos monumentos
A mediados de los años 30 del siglo XX, Popayán cumplió 400 años de su fundación y para ello se organizaron diversos festejos. Cuenta el antropólogo Hernán Torres que el poeta Guillermo Valencia había expresado interés en que se erigieran dos monumentos conmemorativos.
El primero sería la estatua ecuestre de Sebastián de Belalcázar, encargada al escultor español Victorino Macho. Y el segundo, el monumento al Cacique Pubén, a cargo del escultor colombiano Rómulo Rozo. En el cerro debía ir la estatua del Cacique y en la plazoleta de San Francisco la estatua del colonizador español. No obstante, en la cima del Morro fue ubicada la imagen de Belalcázar, y el monumento del cacique desapareció.
En opinión de Carlos Eduardo Burbano, se debería dar honor al cacique porque luchó por estas tierras, por defender este Valle de Pubenza. Considera que fue un error muy grande y además quitaron una parte de El Morro, por eso es una pirámide truncada. Por otra parte, afirma que “al cacique le debemos el origen del nombre de nuestra ciudad, el cual surgió en aquella batalla con Sebastián de Belalcázar y su búsqueda de El Dorado”. Según Vergara Cerón, los españoles deformaron la lengua aborigen de los pubenenses y al pronunciar mal se formó el denominativo Popayán.
“Al poner la estatua del conquistador español sobre el morro se generó una reapropiación de la herencia española, despreciando de cierto modo la cultura indígena”, expresó Felipe García Quintero, docente de Comunicación Social de la Universidad del Cauca.