GUILLERMO ALBERTO GONZALEZ MOSQUERA
Los últimos hechos de paro general en Buenaventura, con sus consecuencias de violencia, saqueos al comercio, graves alteraciones de orden público y un malestar generalizado en la población del puerto, no pueden dejarnos tranquilos como si nada pasara. Primero, porque es el más importante puerto colombiano -por el cual se moviliza el 70% de la carga de importaciones y exportaciones del país- ; segundo, porque a falta de una salida al mar por nuestro territorio, es forzoso que los caucanos utilicemos la carretera al puerto por el Valle como la única factible para el comercio y tercero, porque para los municipios costeros del Cauca, Buenaventura es su capital política, administrativa y en cierto modo cultural. Allí han emigrado las masas de Guapi, Timbiquí y López de Micay, que se establecen primero en el puerto y luego migran al distrito de Aguablanca en Cali o a Bogotá en busca de oportunidades de vida. Algunos -especialmente los jóvenes- vienen a Popayán para encontrar oportunidades educativas en las instituciones de educación superior de la capital caucana. Son en su gran mayoría gentes pobres que para poder sostenerse, establecen peluquerías o trabajan en puestos de alimentación. Prueba de ello está en los múltiples locales de este tipo que aparecen cada día sobre la carrera 6 y que agrupan jóvenes provenientes de López de Micay. Me decía una profesional que ha estudiado el tema, que es curioso como los agrupamientos mencionados de estos jóvenes, se hacen por barrios según el lugar de donde provienen y muestran un grado sorprendente de solidaridad humana. Los rectores de las Universidades existentes, registran una matrícula alta proveniente de comunidades afro de la Costa Pacífica, atraídos muy seguramente por las condiciones de subsidio que se han venido estableciendo para este tipo de población. Es un cambio que debe analizarse en la sociología de la capital del Cauca.
Pero volvamos a lo que viene aconteciendo en el Puerto. Si bien existe un aprovechamiento político de la situación, lo cierto es que las condiciones de Buenaventura en materia de servicios son sencillamente lamentables. Hay una deuda social impagada del país, que desde hace tiempo clama por soluciones de fondo. Se hacen anuncios y se ensayan proyectos, pero de allí no se pasa. No se le ha puesto un coto al despilfarro, al robo de los dineros públicos y no se ha visto cambiar la ineficiencia en el manejo estatal. Se informa que hay mejoras en seguridad y que se han enviado nuevos refuerzos a la Policía y al Ejército, pero todo puede ser inútil si no se modifica la situación social.
Un hecho positivo es que haya marchado por parte de la ciudadanía para protestar por los desmanes ocurridos. Pero esta señal de sensatez no debe tomarse como debilidad. Es algo que debe estimular para que se busque y se logre una intervención estatal para que se solucione lo apremiante. Y en primer lugar debe estar el garantizar el servicio de agua potable para una población calurosa que no resiste más. Imposible que no haya para Buenaventura una solución distinta al incremento de la fuerza pública.
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