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LUCY AMPARO BASTIDAS PASSOS
Para quienes escribimos no hay nada más estimulante que recibir aportes, observaciones o reflexiones. De mi última columna ‘Me sentí corchada’, recibí comentarios de amigas que recuerdan que en la infancia fueron tratadas como inferiores a sus hermanos, primos y demás hombres cercanos.
Pero con el paso del tiempo, dice Elisa, hemos demostrado ser iguales en lo intelectual, en investigaciones, destreza, trabajo, dedicación, gusto, sensibilidad y demás actividades humanas.
Luz eMe, cuenta que desde pequeña admiraba al padre, no a la madre. Los libros clásicos y sus grandes tomos de derecho me impactaron, eran más interesantes que las actividades de mi madre, dice. Mi padre partió cuando yo tenía 5 años de edad, y fue mi madre quien vio la importancia y puso todo su esfuerzo para educarnos. Por suerte después me di cuenta, de cuánto valor, amor, entrega y sacrificio recibo de ella hasta hoy, concluye.
Carmen, considera que en el medio laboral universitario en que vive, el hombre culto, piloso, con buen discurso, es valorado así no más: ¡con solo hablar! La mujer no. A ella se la valora además de su intelectualidad, precisión en el discurso, y buen trabajo, por la posesión de su “espíritu maternal”, que se supone ¡deben tener las mujeres!, y esto se manifiesta en la solidaridad, generosidad, facilidad de conexión con los otros, cariño, tolerancia y un sinfín de cosas que hacen a una buena mamá, y que debe adoptar en todas sus acciones, continuó Carmen. En el medio universitario, esta combinación es la manera de cómo la mujer debe dejar huella y de cómo se toma un lugar. Y concluye: se exige a la mujer casi la perfección humana, dando así continuidad a la sociedad machista desde los estamentos más altos de educación.
Con ellas y otras personas debatí sobre como la cultura de cada país, de cada región, influye en el comportamiento individual y colectivo. Entendiendo que ‘cultura’ tiene diversos significados: “cultura es el conjunto de conocimientos, ideas, tradiciones y costumbres que caracterizan a un pueblo, a una clase social, a una época.” El debate arreció, pues lo cultural en cada región marca como hierro candente en la formación de la persona, que a veces impide distinguir cuales costumbres que se creen ´culturales´, atentan contra los derechos humanos, como la ablación practicada en las niñas en algunos países del mundo, o la estigmatización de niñas en la India que por tener la menstruación se les impide ir a estudiar. Asunto que por fortuna se hizo visible en un documental que ganó El Oscar el 24 de febrero de 2019.
El estigma parapetado en lo ‘cultural’ no solo va contra la mujer, al hombre también se le dice por ejemplo: que ¡no sabe cuidar hijos! porque no tiene sentido maternal, y ¡claro, no es maternal, es paternal! Hoy el hombre ha demostrado tener un gran sentido paternal y ser apto para cuidar y educar a sus hijos. Y esto sin mencionar la estigmatización sobre personas que tienen otras preferencias de género, a quienes se les obstaculiza formar hogares con hijos.
En otro sentido muchos estudios y entes gubernamentales reconocen el trabajo en el hogar y el cuidado de los niños o enfermos, como un trabajo que tiene valor económico y representa gran aporte a la sociedad. Y aunque estas actividades siguen recayendo en un 90% sobre la mujer, limitando su jornada laboral o educativa en condiciones desiguales a las del hombre, paso a paso huellas de mujer marcan la roca, no la arena.
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