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    No más venezolanos, cierren esa frontera

    MARCO ANTONIO VALENCIA

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    Con cabeza fría, con estadística, con análisis, sin sentimentalismos, y por seguridad nacional Colombia debe cerrar las fronteras a la migración venezolana ya mismo. Es más, debe restringir al máximo la llegada de turistas en vuelos aéreos que terminan quedándose de manera ilegal en nuestro país.

    Estoy seguro que muchos políticos que entienden de política internacional y de economía política, piensan lo mismo, pero por miedos al qué dirán, o del cómo les puede afectar esas declaraciones en las próximas elecciones, y no lo expresan públicamente. Pero es la hora de actuar con responsabilidad frente a un problema que cobra vuelo y puede traer nefastas consecuencias para toda la población colombiana.

    Por leyes internacionales, por solidaridad por lo que es hoy el mundo, la migración no se puede prohibir, y la idea de todos los románticos, es que tengamos un planeta sin fronteras. Pero lo que está sucediendo hoy entre Venezuela y Colombia está generando (y va a generar) problemas sociales y económicos gravísimos que pueden terminar en una crisis humanitaria sin precedentes y en un conflicto inimaginable. Y como dicen los viejos sabios, es mejor prevenir que curar. Por eso, con dolor del alma, ya basta, cierren esa frontera.

    Sin tapujos hay que reconocer que la ola de migrantes venezolanos del año 2017 no es buena para Colombia (como en otrora lo pudo ser). Están llegando miles de venezolanos al país (personas muy queridas ellas, muy alegres todos, muy inteligentes… pero…) están llegando a desequilibrar el orden económico, social y de seguridad de nuestro país. ¿Por qué? Porque llegan sin dinero, sin trabajo, sin amigos, sin seguridad social, por eso. Y, es más, porque nuestro país no tiene planes de contingencia para ayudar, y porque al gobierno le está quedando grande atender esta situación.

    Muchos venezolanos huyendo de la crisis económica desatada por el gobierno de Nicolás Maduro están llegando a Colombia de manera legal o ilegal. Vienen desesperados en busca de subsistir, y en busca de oportunidades que no hay ni para los propios colombianos. Y entonces, no les queda otra alternativa que el rebusque, o la indigencia, o la delincuencia.

    Obligados por el hambre y la pobreza se emplean como mano de obra barata e ilegal desplazando a los nacionales y por ahí comienza uno de los problemas. Así mismo, algunas mujeres para no morir de hambre y/o atender a sus familias han decidido vender su cuerpo en el oficio más viejo del mundo, y otros tantos acorralados por la miseria, se dedican al robo. En ciudades como Cúcuta y Ocaña sus pobladores no saben qué hacer con la prostitución y las bandas de ladrones que azotan la ciudad, donde regularmente resultan involucrados venezolanos.

    La frase manida de “hermanos latinoamericanos”, “hermanos venezolanos” sean bienvenidos a nuestro país, tiene ciertos límites. Para explicarlo, recurro a los dichos de la abuela: una visita de más tres días huele maluco, y si no se van, hay que echarlos. A muchos no les gusta la franqueza, que pena ser tan explícito, pero es la realidad.

    Esta discusión no se puede dar en los ámbitos personales porque la caridad, la solidaridad son inherentes al ser humano, y a la crianza católica cristiana en la que estamos metidos los latinos. Esta es una discusión de ciencia políticas seria y responsable de gobernantes, líderes y de las autoridades.

    Y que quede constancia que se los advertimos.