“Para cambiar el mundo hay que cambiar la forma de nacer”

La ley de parto digno, respetado y humanizado hoy es una realidad en Colombia, al respecto, la enfermera e investigadora unicaucana, Elisa Jojoa Tobar, quien participó activamente del proceso, habla sobre la importancia de este hito en el contexto colombiano.

Redacción El Nuevo Liberal

Con el propósito de reconocer y garantizar los derechos de la mujeres durante el embarazo, trabajo de parto, parto, postparto y duelo gestacional y perinatal con libertad de decisión, consciencia y respeto; así como los derechos de los recién nacidos,  la semana pasada se sancionó la Ley 2244 de 2022, conocida como Ley de parto digno, respetado y humanizado.

De acuerdo con el documento, esta iniciativa se presenta como una herramienta jurídica y legal que facilita una adecuada atención en salud y acompañamiento psicosocial para las mujeres gestantes hasta el periodo posparto, sin que esto represente la reproducción de las desigualdades sociales existentes y que además, fortalece la relación con los agentes de salud que prestan sus servicios a lo largo y ancho del país, con el fin de mejorar las condiciones en que los recién nacidos y sus madres son atendidos en Colombia.

Necesitamos mucha educación, para que las personas sepan qué derechos tienen y en qué consisten los procesos del trabajo de parto, parto y post parto; que sepan cuáles son los derechos de su recién nacido, incluso los derechos que tiene el papá también. Foto: Cortesía
Se necesita trabajar en la formación del personal de salud para que realmente estos temas, tanto la violencia estética, como las prácticas asociadas al parto respetado, estén dentro de los currículos de enfermería y medicina. Foto: Cortesía

Elisa Jojoa Tobar, coordinadora de la Red Colombiana Parir en Paz y docente e investigadora del programa de Enfermería de la Universidad del Cauca, ha participado del largo y arduo proceso que hay detrás de la aprobación de esta ley que, además, se soporta en distintas investigaciones nacionales e internacionales, entre las que destacan sus investigaciones en la ciudad de Popayán.

Para Elisa Jojoa, esta noticia abre muchas posibilidades, e implica un comprometido proceso de pedagogía y divulgación, que a futuro puede aportar a la construcción de una sociedad más sensible y consciente de los demás. Aquí un poco de la conversación que este diario sostuvo con ella.

 

 

Uno podría pensar que todos los partos son respetados, ¿De qué hablamos cuando nos referimos al parto respetado?

 Se habla de parto digno, respetado y humanizado cuando en esos procesos se respeten los tiempos biológicos del parto, así como el tiempo que se requiere entre la madre y el recién nacido para adaptarse; cuando se respetan las decisiones de las mujeres: que puedan ser escuchadas;  así, si la mujer quiere parir en una u otra posición, lo puede hacer; si quiere tomar algún alimento durante el parto o durante el trabajo de parto, lo puede hacer; puede decidir con quien estar acompañada; si las prácticas de cuidado cultural que trae de sus abuelas, abuelos o padres, son importantes para ella y para su concepción de salud, estas pueden ser conservadas; si quiere alguna medida farmacológica o no farmacológica del dolor que le sea brindada; en general es que pueda tener un trato respetuoso por parte del personal de salud  y que todas las condiciones que contribuyen a que el parto sea una experiencia positiva, como lo establece la Organización Mundial de la Salud, estén dadas.

 

¿Cómo es pertinente esta ley en el contexto colombiano?

Estamos en un momento histórico muy importante, en el que está la implementación de los Acuerdos de Paz. Quisiéramos estar hablando de postconflicto, pero todavía nos falta mucho para llegar a eso, pero quienes trabajamos promoviendo el parto y el nacimiento respetados, creemos firmemente en la frase de Michel Odent, que dice que “para cambiar el mundo hay que cambiar la forma de nacer”, y en esa medida, podemos encontrar desde la evidencia científica el porqué es tan importante la forma como se nace, el ambiente y el entorno en el que la gente nace.

Se habla ahorita, en el  informe de la Comisión de la Verdad, de cómo se normalizó la violencia, de cómo se volvió parte de nuestra cotidianidad. Y no debería ser así. Por eso la idea es que las próximas generaciones nazcan en condiciones de respeto y dignidad.

 

El papel de los movimientos sociales fue muy importante en la construcción de esta Ley, ¿Cómo fue, por ejemplo, el rol del  Movimiento Nacional por la Salud Sexual y Reproductiva?

 Todo comenzó porque se estaba discutiendo un proyecto de ley de violencia obstétrica y otro de parto respetado, y en esos procesos de construcción no se tuvo en cuenta las mujeres, más aún, cuando es justamente sobre el cuerpo de las mujeres que, por acción u omisión, recae ese marco legislativo.

En ese sentido, desafortunadamente eran proyectos totalmente descontextualizados de lo que ocurría en Colombia, de las historias y de las vivencias de las mujeres, de los procesos de atención, de los roles que tenemos como profesionales de salud y del marco que regula nuestras profesiones.  Por ejemplo, el proyecto pretendía aplicar 5 años de pérdida de la tarjeta profesional para los médicos; esas son penas totalmente exageradas cuando la violencia obstétrica, que es la otra cara de la moneda del parto respetado, tiene unas causas estructurales.

Así, todo ese desconocimiento llevó a que las organizaciones de mujeres, especialmente del Movimiento Nacional por la Salud Sexual y Reproductiva, comenzaran a buscar un mayor nivel de participación, de abogacía y de interlocución. De esa forma, el proyecto de ley que comenzó a avanzar, y en el que logramos el espacio, fue con la unidad de trabajo legislativo del representante a la cámara, Jairo Cristancho, con un proyecto que inicialmente planteó Clara Rojas. Desde allí creamos una mesa de trabajo.

 

¿Qué tal fue el proceso de generar consensos y puntos comunes, respecto a un escenario que puede tener muchas perspectivas como es el de la salud reproductiva?

No es un proceso fácil de conciliar, sobre todo porque había muchas cosas en las que nunca nos pusimos de acuerdo. De hecho, hay cosas que desde el movimiento no se comparten, pero creo que es un gran avance, pues se contó con el sentir de las mujeres y muchas de las cosas que queríamos quedaron allí expuestas. Entre otras, por ejemplo, el respeto por las prácticas de cuidado cultural y la atención del duelo gestacional y perinatal.

En muchas situaciones, las mujeres que han perdido sus bebés son hospitalizadas en la misma área donde están otras mujeres con sus bebés, no se tiene en cuenta ese duelo que esa mujer está viviendo ni los efectos que eso tiene en la salud mental de ella, de su pareja y de la familia. Que este proyecto recoja esos sentires es muy valioso.

 Otro aspecto clave es que se comienza a tener en cuenta los derechos del recién nacido, que también son supremamente importantes. Claro, un recién nacido no va a entender lo que está ocurriendo, pero lo que se busca es que esas condiciones en las que ellos lleguen sean condiciones mucho más respetuosas.  Y todo eso está soportado en la evidencia científica y en las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud para una experiencia de parto positiva.

  

¿Por qué es necesario reconocer esas prácticas perjudiciales para los derechos de las personas?

 Porque desafortunadamente ha sido normalizado. De hecho, dentro del personal de salud es muy complicado que se reconozca que algunas prácticas comunes son una forma de violencia obstétrica, ya que han hecho parte del quehacer del personal durante muchos años. A pesar de que ya existe la evidencia científica, son prácticas naturalizadas tanto por el personal de salud como por las mujeres.

Al hacer entrevistas respecto a este tema, las mujeres cuentan muchas cosas que son violencia obstétrica, sin embargo, no las percibe como tal. Solo después de pasar por un proceso de información y educación las reconocen.

Por ejemplo, a veces las separan del bebé, no les informan, no les explican las situaciones que se presentan, así  las mamás han naturalizado la forma como las tratan, el recibir solamente órdenes y no poder conectarse con lo que están sintiendo, por eso cuando expresan su dolor las regañan o las ignoran, privilegiando la decisión del personal de salud y no el sentir de las mujeres.

 

En ese sentido, ¿Qué es la violencia obstétrica?

La violencia obstétrica es una forma de violencia contra las mujeres, que se manifiesta, entre otras cosas, desde lo físico: por ejemplo, cuando se hace una medicalización, cuando se hacen episiotomías sin necesidad (corte que ensancha la abertura vaginal), cuando se hacen cesáreas innecesarias, cuando les dan palmadas a las mujeres para que hagan algo en específico.

Pero también puede ser psicológica. Cuando se hace referencia durante la atención del parto al acto sexual, por ejemplo, les dicen “porque cuando lo estaba haciendo no gritaba”, que es una de las frases más comunes que hemos escuchado.

Cuando se les hace sentir culpable por un desenlace determinado, o cuando las aíslan; cuando las estigmatizan por ser adolescentes, entre otras cosas. Hay muchas manifestaciones de esta violencia.

De esta forma, es necesario hablar de violencia obstétrica para poder reconocerla. Porque mientras, el profesional de salud puede pensar que todo salió bien, sin ningún riesgo para la mujer; si preguntamos desde el otro lado, puede haber sido una experiencia totalmente traumática, dolorosa, sin explicación, sin información.

Se busca siempre salvar la vida de la mamá y del bebé, es decir, no hay mala intención en el personal de salud, por eso hablamos de causas estructurales. No se han actualizado muchas prácticas, son cosas que vieron hacer a sus profesores, a sus compañeros, a sus colegas. Por lo menos hay una maniobra que está desaconsejada (Kristeller), pero se sigue haciendo. A veces, el afán de terminar rápido hace que se hagan muchas cosas para acelerar el parto.

Justo lo que busca esta ley, es precisamente eso, que en la medida de lo posible se privilegien esos tiempos biológicos del parto.

 

Es un asunto cultural…¿qué otras causas estructurales hay?

 Desafortunadamente se han cerrado muchas salas materno perinatales porque para el sistema de salud no es “rentable”, porque se mira la rentabilidad económica y no la rentabilidad social.

Está el tema de la tercerización laboral. Se necesita intervenir sobre el trabajo y condiciones dignas para el personal de salud. Muchas veces, así la gente quiera dar un trato digno, personalizado, el volumen de pacientes que se tiene no lo permite, eso ha llevado a que se acelere la atención.

Se necesita trabajar en la formación del personal de salud para que realmente estos temas, tanto la violencia estética, como las prácticas asociadas al parto respetado, estén dentro de los currículos de enfermería y medicina.

 

¿Qué sigue para esta Ley?

Yo celebro mucho que este proyecto, esta ley, ya sea sancionada, también tenga la firma tanto del Ministerio de Hacienda, de Salud y de Educación, porque eso va a posibilitar que esto se lleve a la cuna, y a los espacios de formación.

Se viene una tarea grande de adaptación de protocolos de educación, de sensibilización, para que logremos realmente que esto sea una realidad en todo Colombia.

Necesitamos que las familias conozcan la importancia de asistir a los cursos de preparación para el parto. Porque por lo menos, hay derechos que ya estaban desde antes, como la elaboración del plan de parto, las personas no lo conocen.

Necesitamos mucha educación, para que las personas sepan qué derechos tienen y en qué consisten los procesos del trabajo de parto, parto y post parto; que sepan cuáles son los derechos de su recién nacido, incluso los derechos que tiene el papá también.

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