Niñez, deberes y derechos

RODRIGO SOLARTE

PEDIATRA

[email protected]

La Colombia que deseemos los adultos de hoy, con los adultos o ciudadanos de mañana, de pende de todos y cada uno de nosotros, como familias, sociedad que conformemos con los principios y valores que concertemos democráticamente, y el Estado representante como administrador y ejecutor de tales decisiones constructoras de humanidad, desarrollo y equidad.

La historia de nuestra civilización occidental no ha sido uniforme, pero siempre ha tratado de ser homogeneizada por los humanos en el poder de las sociedades, fieles a los dogmas religiosos y manejo de las riquezas naturales principalmente.

Las dos fuerzas, materiales y espirituales, dentro de las cuales se articulan, culturas y religiones, siempre han estado presentes, luchando incluso a muerte, por el manejo de los recursos naturales y conversión de conciencias y voluntades para fortalecer sus respectivos intereses. De allí deriva también la concepción de recursos humanos y objetos de investigación, así se trate de sujetos o seres humanos.

Las niñas, niños y adolescentes, de todas las etnias, culturas y estratos de la sociedad colombiana, son constitucionalmente sujetos de derechos, siendo el deber de los adultos, desde incluso antes de concebirlos responsablemente, velar, como seres dependientes que son inicialmente, por la salud integral física, psicológica, social y ambiental, orientada por las ciencias, experiencias ancestrales, amor de padres o adultos significantes, congéneres a todos los niveles del Estado y sociedad, por lo que representan para el presente y futuro de sociedades, la misma especie humana y ellos mismos como personas.

La mercantilización que se ha dado, hasta de la vida, en sociedades como la nuestra, ha marginado de derechos a los no productivos como son, la niñez y la vejez, así hayan aportado estos últimos, lo mejor de su vida y posibilidades, en el contexto familiar y local.

La disputa por la vida individual, familiar y colectiva, ante realidades y experiencias de injusticias, exclusión, persecución, insolidaridad y abandono por el Estado y la misma sociedad en mejores condiciones de existencia material, históricamente llevó a acudir a todas las formas de lucha, incluida la armada, también utilizada por los dueños del poder de decisión a todos los niveles para mantener sus privilegios.

En ese contexto histórico, social, económico, cultural y político, el deber ser de derechos de la niñez establecidos a través del tiempo y la innata sensibilidad humana, cultivada incluso por religiones como la católica y cristiana centrada en los materialmente pobres, estimulante a la vez de la solidaridad de los ricos, nacimos y crecimos los adultos de hoy, aspirando mejorar las condiciones de vida para las actuales y nuevas generaciones.

A esa niñez con sus familias y particular historia, como la de cualquier otro colombiano, se vinculan legalmente, desde la insurgencia armada, mujeres, hombres, niñas, niños, adolescentes y jóvenes, de cuya bienvenida por la gran mayoría de familias colombianas y cumplimiento de los acuerdos logrados por El Estado y gobiernos que elijamos con honestidad y real democracia, dependerá también su presente reinserción a esta sociedad con todas sus cualidades y defectos, y futuro que ellas y ellos, también contribuirán a construir, para bien de quienes hemos vivido o sido testigos, de la guerra y sus consecuencias. Ellas y ellos, también tienen derechos y deberes. La paz será entonces, en síntesis, el cumplimiento de los mismos.