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GISELLE DELGADO
El Cauca se debate históricamente entre la guerra y las balas. Nuestros campesinos gritan, huyen como un fantasma, la muerte efervescente atraviesa sus días. Se levantan con la guerra, desayunan con la guerra, almuerzan y comen con la guerra, viven y comen con la guerra. Como si no fuera poco la tierra que para ellos ha sido distante, siempre les llega y se va; sin que una voz unísona en su defensa sea escuchada. Han visto morir a sus abuelos, sus niños nacen con el aullido del miedo, como si de su vientre seguro pasaran a un infierno dantesco que ellos desconocen. Y como el mismo Dante lo dijera, el infierno en vida del campesino está lleno de historias de mutilados, hombres sin cabeza, seres descuartizados, árboles que hablan y sangran. La tierra prolífera que alguna vez se vistió de papa guata, papa roja o arracacha, maíz, yuca y plátano, hoy perece árida ante sus ojos.
La bella flor de la amapola decora un paisaje desafortunado. Los incipientes infantes ya no escuchan el canto de los pájaros, pues estos hace rato huyeron ante la muerte paulatina y soterrada; cuando la ambición destruyó palo a palo, semilla a semilla y flor a flor, acabando con los nidos y desplazando a los primeros que avisan del peligro. Detrás de los pájaros, salieron las abejas y las mariposas que huían espantadas por el desierto. Sin embargo el color de sus alas, dejo su huella dibujando el nítido paisaje de las montañas del Macizo y la llanuras que a pesar de la ausencia, le regalan al universo ese oxigeno que de forma irónica ya no sobra. Las vertientes de ese Macizo que ya no irriga la tierra con agua fresca, solo son ríos que lloran lágrimas de mercurio. Malditas las manos de los que atropellan así la tierra, de los que envenenan prematuramente las inocentes almas del campesino niño; que ya no encuentra nada. Todo se lo quitaron, su familia, su casa, el agua, la tierra y podrían llegar hasta quitarle el oxígeno. La espera de la muerte desolada.
Pero hoy nos deleitan las palabras; por fin escuchamos algo diferente, pues hemos tenido una semana enredados entre las letras que nos nutren el alma y fortalecen la palabra. Y la esperanza que nos da entre tantos otros talentos caucanos- el proyecto Nación Mazamorra, formado por jóvenes de origen rural en su mayoría, quienes todavía encuentran sentido en la poesía y que se revelan con el argumento más grande que es el pensamiento. Nación Mazamorra interpreta poemas de poetas colombianos como Julio Flórez, León de Greiff, nuestro Giovanni Quessep, Jaime Jaramillo Escobar o Raúl Gómez Jattín y el mismo talento juvenil de su canta-autor Javier Mamián. En esta urdimbre de la palabra; se destaca la presencia del gran poeta Felipe García Quintero, quien ha hecho de esta la Palabra una espuma de colores que relaja los espíritus.
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